estivo

 

 

 

Los festivos son la sal y la pimienta del viajero.

 

Sin ellos la vida no sólo sería sosa a rabiar, sino también una travesía del desierto hasta que llegase ese bien tan escaso llamado vacaciones para poder salir corriendo a descubrir tierras ignotas.

 

 

 

 

Los festivos nos sirven en bandeja de plata las “escapadas”, esos viajes en miniatura que ayudan a hacer más corto y entretenido el tiempo entre dos viajes largos.

 

No obstante lo mejor llega cada vez que al festivo le da por dejar un día laborable en el medio.

 

Vale, no todo el mundo tiene la suerte de poderse pillar un “puente”, pero cuando se puede… ¡menudo gusto da!

 

Por cierto, cuando visitemos otros países haremos bien en informarnos si alguna festividad local se cruzará en nuestro viaje.

 

Las razones son muy claras: porque una ciudad con el comercio cerrado suele estar vacía y “muerta” y porque la fiesta local puede “significar” un sarao, una cabalgata, en fin un “lo que sea” en el horizonte...

 

¡Y eso casi siempre suele tener muy buena pinta!