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Seguramente lo más cerca que esté jamás de un “Yeti” -el de Skoda, por supuesto- sea en cualquier calle, porque en el Himalaya, la verdad, no me veo.
Y aún viéndome, no veo cómo podría ver al Yeti “de verdad”. El peludo, claro.
Dudo que tuviese la misma suerte que Tintín en su viaje al Tíbet, pero como nunca se sabe igual me da el punto, agarro la caravana, le pido una cita al Yeti y nos plantamos en la puerta de su cueva.
Cosas más raras se han visto… ¡Y se verán!