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El búnker de Eperlecques

 

(Eperlecques / Pas de Calais)

 

 

 

Bombas V1 y V2 sobre Inglaterra

 

(1943-1944)


  

 

 

  

 

     

El búnker de Eperlecques. Un poco de historia

 

  

Los interesados en la Historia en general y en la Segunda Guerra Mundial en particular encontrarán no pocos puntos de interés en el norte de Francia, "tradicional campo de batalla" entre Francia y Alemania en la primera mitad del siglo XX.

 

Uno de ellos es el Búnker de Eperlecques, un imponente vestigio de la última Guerra Mundial que devastó Europa y el mundo en general.

 

El Búnker, de colosales dimensiones y parcialmente en ruinas, nos sirve de recordatorio de hasta donde es capaz de llegar la maldad humana unida al desarrollo tecnológico.

 

Su historia empieza en 1943, cuando Hitler ordenó construir, cerca del Paso de Calais y del Canal de la Mancha, una enorme fortificación de hormigón destinada a albergar las mortíferas bombas volantes V2 -ancestro de los actuales misiles- con las que bombardear, en unión de las más ligeras V1, Londres y el sur de Inglaterra. Sin descuidar, por supuesto, ciudades belgas como Amberes, Lieja o Bruselas. Sólo entre junio 1944 y marzo 1945, unas 22.300  bombas volantes V1 fueron lanzadas sobre el Reino Unido y Bélgica, cuando los ejércitos aliados avanzaban nuevamente por el continente...

 

La elección de Eperlecques como emplazamiento del gigantesco búnker desde el cual martillear el Reino Unido -único país aliado no invadido por los ejércitos de la Alemania nazi- no fue casual. Situado en un promontorio boscoso cerca de Saint Omer, bien a salvo del alcance de los cañones navales británicos y dotado de buenas comunicaciones ferroviarias, el lugar reunía todas las condiciones que los ingenieros alemanes buscaban para lograr sus propósitos.

 

La construcción del búnker no puede entenderse sin la fallida invasión de Gran Bretaña por la Wehrmacht en 1940 -gracias a la decisiva victoria británica en la "Batalla de Inglaterra", que vio los más importantes combates aéreos de la SGM- y que obligó a Hitler a modificar su estrategia para doblegar a los británicos, sin necesidad de desembarcar sus tropas en suelo inglés, y alcanzar así la hegemonía sobre Europa.

 

Hitler y sus generales pensaron que si no podían hacer con los británicos lo que hicieron con los países continentales, había que buscar otras formas más "sutiles" de fastidiarlos. De esa manera se puso en marcha tanto "La Batalla del Atlántico", en la que los submarinos alemanes -los famosos y mortíferos U-Boot- sembraron el terror en el Atlántico torpedeando y mandando a pique un buen montón de buques británicos y aliados, como el uso de las mortíferas "bombas volantes" (V1 y V2), que formaban parte de las "armas secretas" con las que Hitler pretendía inclinar la contienda a su favor. Por eso en 1942 ordenó la construcción del "Muro atlántico" con 15.000 fortificaciones con las que proteger las costas atlánticas que cualquier invasión. Y un año después, la construcción de este búnker y de su hermano gemelo, esta vez en Normandía.

 

Estas sofisticadas bombas autopropulsadas -precursoras de los misiles y cohetes espaciales y desarrolladas por el equipo de Werner Von Braun en Peenemünde, norte de Alemania- permitían a los alemanes sembrar el terror en territorio británico, bombardeando Londres y las bases aéreas situadas en el sur de Inglaterra.

 

Las bombas V1, más pequeñas y ligeras que las posteriores V2, podían lanzarse desde rampas móviles situadas en las costas francesas, pero el desarrollo de las más potentes y mortíferas V2 -un auténtico cohete"- precisaba en cambio de enormes estructuras de hormigón, tanto para albergarlas como para lanzarlas. 

 

   

La bomba volante V1

(expuesta en La Coupole)

 

La bomba volante V2. ¡Mide nada menos que 14 metros de alto!

(expuesta en La Coupole)

 

De ahí que, a poco más de 15 kilómetros de Eperlecques, se construyera lo que hoy se conoce como "La Coupole", una colosal estructura subterránea, dotada de una gran cúpula de hormigón, diseñada para funcionar como un auténtico almacén para las enormes bombas V2. Otro más, como ya he apuntado, se empezó a construir en Sottevast, cerca de Cherbourg, en la región de Normandía, con idea de lanzar 36 cohetes V2 al día sobre el Reino Unido.

 

Si visitáis el búnker de Éperlecques no podéis dejar de ver también el complejo de "La Coupole". Y si pisáis suelo británico, tampoco hay que perderse ni el "Memorial de la Batalla de Inglaterra", en Capel le Ferne, o el fantástico "Museo de la Batalla de Inglaterra", en la localidad de Hawkinge, pues los cuatro lugares, incluyendo el búnker, realmente forman "un conjunto histórico" de primer orden.

 

El museo de la Batalla de Inglaterra y el Memorial se encuentran situados entre Dover y Folkestone. Así que, tanto si se atraviesa el Canal de la Mancha en ferry como en el Eurotúnel, es muy fácil llegar a ellos. Si pincháis en las fotos, conoceréis el reportaje de nuestra visita a ambos. 

 

   

"La Coupole de Helfault"

(Francia)

 

Museo y Memorial

de la Batalla de Inglaterra

  

De vuelta a la construcción del "blockhaus", es interesante saber que nazis intentaron camuflar la construcción del búnker como si de una central eléctrica se tratase, con idea de desviar la atención de los espías aliados. Para levantarlo, usaron primero mano de obra francesa, aunque posteriormente recurrieron al uso de prisioneros de guerra -provinientes en su mayoría de los países balcánicos y del Este de Europa- así como un pequeño contingente belga.

 

Sin embargo aquello tenía pinta de ser algo muy, muy raro y la resistencia francesa no mordió el anzuelo, advirtiendo a los ingleses de que en Eperlecques se estaba erigiendo una enorme estructura de hormigón con fines desconocidos. Lo que no ofrecía dudas era que aquello no podía ser nada bueno.

 

  

Entonces, ya levantado el búnker actual (que sólo es un tercio de lo que debiera haber sido en realidad) empezaron los bombardeos anglo-americanos sobre Eperlecques.

 

Afortunadamente para Inglaterra y el devenir de la guerra, el 27 de agosto de 1943 un masivo bombardeo con 366 bombas -varias de ellas del tipo "Tallboy", de 6 toneladas de peso lanzadas por los B-17 de la USAAF- en algo menos de una hora, provocaron un pequeño, pero milagroso seísmo, que afectó de manera irreversible a los cimientos del búnker, dejándolo inservible como base de lanzamiento de V2.

 

Las bombas "Tallboy" eran verdaderamente destructivas. Con sus 6.000 kilos de peso, eran lanzadas, de una en una, desde los bombarderos. Cuando impactaba contra el suelo a una velocidad de dos veces la velocidad del sonido (unos 2.400 km/hora) sus efectos eran brutales y capaces de sacar a la superfície las capas freáticas del subsuelo.

 

Ante la gravedad de los daños sufridos por la estructura de hormigón, los nazis abandonaron su objetivo inicial y lo convirtieron en un almacén de oxígeno líquido. Gracias a aquel providencial bombardeo, el futuro de la guerra se inclinó un poco más del lado aliado.

 

En la foto de la derecha se puede apreciar "el paisaje lunar" en que se convirtió lo que fuera el "Bosque de Eperlecques". 

  

 

Una bomba Tallboy en plena caída.

Al principio lo hacía horizontalmente, pero a cierta altura ya caía en picado, impactando el suelo al doble de la velocidad del sonido. Sus efectos no eran precisamente los de la picadura de un mosquito...

 

 

75 años después de su construcción, el búnker es ahora un monumento silencioso que nos recuerda que la guerra es siempre algo terrible y que nunca debiera perderse de vista que la convivencia pacífica entre todos los hombres es la mayor seña de civilización.

 

Por eso mismo, las huellas de las bombas y la ominosa presencia del búnker, han dejado lugar a las banderas de todos los países que se vieron involucrados en esa obra faraónica como signo de reconciliación y homenaje a todos los que tuvieron que vivir (y morir) en aquellos años terribles.

 

En suma, su visita, tan interesante como recomendable, nos transportará a 1943 para aprender, en primera persona, lo que nunca debiera repetirse.

 

Y tal y como se encarga de recordarnos la gerencia del museo, resulta especialmente adecuado rememorar la siguiente cita de Goethe: "Si las generaciones pasadas esconden sus errores a las venideras, éstas las condenan a revivir los mismos errores que ellas".

 

Vayamos, pues a las cuestiones prácticas de la visita, y luego ya tendremos tiempo de "conocer" al búnker con más detenimiento...

 

 

Aspectos prácticos

 

El museo abre todos los días, de marzo a octubre. Los horarios varían en función del mes de la visita, así que en el cartel de la foto teneis cumplida información. Eso sí, tened en cuenta que los martes por la mañana está cerrado. 

 

La entrada cuesta 10 € para los adultos y 6,50 euros los comprendidos entre 8 y 14 años, (2016). Los precios detallados y horarios pueden consultarse en la web www.leblockhaus.com/fr 

 

 

 

El museo se encuentra situado en un bosque, cerca de las localidades de Eperlecques y Watten, algunos kilómetros al norte de la ciudad de Saint Omer, en la ruta de París a Calais. 36 km. lo separan del puerto de Calais.

 

Está bien señalizado en las carreteras del alrededor, pero recomiendo que se programe el punto exacto en el GPS, pues se accede por una calle estrecha desde la carretera y es muy fácil saltarse ese desvío. Y si eso sucede, no queda otra que buscar un lugar en el que poder dar media vuelta porque no hay otro acceso realmente bueno. Así que ojo al dato. Más aún cuando se lleva detrás una caravana como era nuestro caso...

 

 

Esta foto muestra el acceso a la estrecha calle que nos llevará al aparcamiento del Búnker de Eperlecques,

situado a un kilómetro de distancia. En algunos tramos no caben dos coches a la vez, así que hay que circular

con cuidado y si viene un vehículo en dirección contraria, juzgar quién deberá ceder el paso al otro.

Se sale por el mismo lugar por el que se ha entrado.

Imagen tomada de Google Maps

 

 

   

En esta vista aérea de Google Maps podemos observar el

recorrido desde el acceso de la carretera (situado en el borde

inferior de la foto) hasta el búnker (círculo rojo).

 

El parking es muy grande y, además, gratuito.

Aparcar con una caravana no ha de plantear

ningún problema.

 

 

 

La visita al "Blockhaus" de Eperlecques

 

La visita al Búnker o "Blockhaus" de Eperlecques empieza en el edificio que alberga el mostrador-taquilla, objetos de recuerdo y una pequeña exposición de objetos militares, además de una moto-sidecar y dioramas con escenas bélicas. La recepción también cuenta con unas "mesas-señales de tráfico" en las que poder tomar un pequeño refrigerio. El equipo de personas que atiende al museo son verdaderamente amables y auténticos entusiastas de la historia relacionada con el búnker.

 

Para hacer más instructiva la visita, dispondremos de audio-guías en castellano, incluidas en la entrada. Además, los perros tienen permiso para acompañar a sus dueños. Este reportaje se ha realizado en julio de 2018.

 

 

La recepción y zona de entrada

 

Una vez provistos de la pertinente entrada y de la audio-guía, más allá de la recepción, nos recibirán unos barracones y vagones de tren que nos sumergirán en el ominoso mundo de las deportaciones de judíos, zíngaros y disidentes -tanto franceses como belgas- y de la mano de obra que construyó el búnker, mayoritariamente compuesta por prisioneros de guerra y "trabajadores forzados" habitantes de la región. Tres campos de prisioneros se habilitaron en los alrededores.

 

   

 

Paneles informativos que completan a lo que ya nos

cuentan a través de la audio-guía.

 

Los "vagones de la vergüenza"

En ellos se hacinaban cien personas, en condiciones insalubres, camino de los campos de concentración o exterminio.

La mitad solía morir en el camino.

 

Dejando atrás los "vagones de la vergüenza" y los barracones de prisioneros, un sendero a través del bosque nos conducirá hasta el gigantesco y siniestro búnker.

 

El sendero, "amenizado" con cañones, bombas y un pequeño submarino alemán, discurre entre los cráteres de las bombas, bastante disimulados por la vegetación, pero que aún son claramente apreciables.

 

   


 


  

El ondulado terreno que bordea el sendero nos recuerda que allí cayó una "granizada" bastante especial

  

   

El "mini-submarino" de exploración alemán

 

Paneles informativos nos ilustran cómo eran las V1

  

 

 

El "Búnker de Eperlecques"

 

 

Al doblar un recodo del sendero nos topamos, de repente, con una descomunal mole de hormigón, rectangular y oscura. La sensación que produce es tan sorprendente como poco agradable, como un testimonio del despropósito humano elevado a la enésima potencia. La falta de perspectiva de conjunto, debido a su gran tamaño, seguramente contribuye a ello. Sin embargo puede más la curiosidad histórica y, al rodearlo, pronto nos tropezaremos con la zona que se hundió a causa de las "Tall Boy" que cayeron aquel 27 de agosto de 1943. 

 

Esta será la primera visión que tengamos del búnker.

 

 

   

La devastación del bombardeo movió y debilitó

la cimentación y fue decisiva para torcer los planes nazis.

 


  

Este panel rinde homenaje a René Mouchotte, el primer piloto extrajero en comandar una escuadra aérea británica.

El comandante Mouchotte, de las Fuerzas Aéreas de la Francia Libre, lideraba la escuadrilla de cazas que protegían la oleada de 187 bombarderos B-17 de la USAAF, autores del bombardeo sobre el bunker el 27 de agosto de 1943.

De vuelta a la base británica, Mouchotte resultó abatido. Su cuerpo descansa en el cementerio Père Lachaise de París,

 

   

Imágenes de la construcción del búnker.

 

 Placa-Memorial en homenaje a los jóvenes belgas,

especialistas en hormigonado, que trabajaron aquí.

 

 

EI interior del búnker

 

Al doblar la otra esquina del búnker, nos toparemos con la enorme compuerta que daba acceso al interior y que permitía que un ferrocarril pudiera penetrar en la fortificación. La puerta pesa "solamemente" 216 toneladas y mide 6,5 metros de altura, de los cuales únicamente cuatro quedan a la vista.

 

A través del portalón entraremos en la profunda "galería ferroviaria", de unos 23 metros de altura que albergaba la vía férrera que, actualmente, ya no existe. A media altura hay edificada una planta con un coche de la época que la decora. En su día, en ese piso se ubicaban tres grandes depósitos de oxígeno líquido. Esa posición les permitía cargar, por efecto de la gravedad, los vagones-depósito.

 

A la derecha de la entrada, un estrecho pasillo era el depósito de las terribles V2. Una maqueta del cohete ilustra lo que debió ser aquello en su día. 

 

 


   

La antigua zona de la vía férrea

 

 La V2 en su "almacén"

  

   

Una bomba "Tall Boy" nos

recuerda que ellas jugaron un papel

esencial en esta historia.

 

"La Sala de los Compresores"

Esta gran sala rectangular de 45x18 m. debía recibir 5 grupos de

compresores, como el que se ve al fondo, con una capacidad unitaria

de 320 toneladas/mes de oxígeno líquido.

Los bancos verdes que se aprecian en la foto sirven para descansar

mientras se visualiza el vídeo sobre la historia del búnker.

  

 

En el panel se aprecian la multitud de rampas de lanzamiento de las bombas volantes

emplazadas a lo largo y ancho del "Muro del Atlántico".

El búnker de Eperlecques es el punto más oscuro que hay en el cuadrante superior derecha.

Las flechas rojas señalan las playas del desembarco de Normandía el 6 de junio de 1944.

  

La "Bomba Disney"

 

Esta estilizada bomba fue extraída en 2009 de la capa de hormigón del búnker.

Su misión era atravesar, gracias a su punta de acero, espesas capas de hormigón para destruir las fortificaciones

más resistentes. Lástima que "querer no siempre fuera poder". Ninguna de las 7 bombas tiradas sobre Eperlecques

logró atravesar los 5 metros de espesor del búnker.

En concreto, la de la foto se quedó clavada en el hormigón sin llegar a explotar.

 

 

La rampa de lanzamiento de las bombas V1

 

 

 

 

 

 

Al salir nuevamente al exterior, llegaremos a la rampa de lanzamiento de la bombas volantes V1. Aunque realmente esa rampa nunca estuvo en el búnker, su presencia ilustra cómo eran los dispositivos móviles que permitían lanzar esas decenas de miles de bombas V1 sobre los londinenses.

 

Su ligereza y movilidad facilitaba que pudieran emplearse en multitud de lugares, dificultando así que los ataques aéreos aliados pudieran destruirlas

 

De esta manera habremos llegado al fin de la visita, al menos en lo que se refiere al búnker y lo que le rodea, pues otro sendero nos devolverá a la recepción, donde podremos contemplar de nuevo los dioramas o sentarnos a tomar un tentempié. La duración de la visita puede oscilar entre una o dos horas en función de los gustos de cada cual y del grado de detenimiento en las instalaciones o en los paneles informativos.

 

En cualquier caso la experiencia no decepciona y, tal como ya he comentado anteriormente, nos permite tomar contacto directo con un vestigio de la Segunda Guerra Mundial para recordar que la guerra no debe sustituir a la concordia entre los países.

 

 

 

 

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