Viajar, conocer mundo, otras culturas, otros países o, simplemente, descubrir mejor nuestro país, es fantástico. Y hay muchas maneras de hacerlo, cada cual con sus pros y sus contras.
Podemos hacerlo en un viaje organizado u optar por una alternativa puede que algo menos “cómoda”, pero sin duda también más gratificante como es “hacernos un itinerario a medida” y viajar a nuestro aire, a veces acompañados de nuestra caravana, autocaravana, carro-tienda o tienda a secas; a veces empleando medios más “convencionales”: avión, coche, hotel...
Y es que no importa “el cómo”, lo que verdaderamente cuenta es “el qué” y “el dónde”, porque lo que a los viajeros independientes nos gusta es viajar, viajar y viajar. Eso sí, la libertad tiene un precio. Y viajar por libre implica “fabricarse” la ruta, las etapas, los destinos, las actividades...
Las ventajas que se derivan de una adecuada preparación del viaje son tantas y tan importantes que cuesta creer que, a pesar de todo, todavía a muchos les siga costando tanto ponerse manos a la obra.
¿Cuántas veces habremos oído decir eso de... “¿Planificar?, ¡Pero qué dices!”; “¡Eso es cosa de alemanes, que son todos unos cuadriculados!”; o “A mí lo que me mola es ir a lo que salga, a la aventura!”?. Pues seguro que más de una… ¡y posiblemente más de dos!.
Sin ánimo de llevar la contraria a nadie, aunque sólo sea porque cada cual es muy libre de hacer de su capa un sayo, no es menos cierto que organizar cuidadosamente nuestro viaje tiene muchísimas ventajas y nos ayudará a:
Descubrir lugares y actividades que, de otra manera, posiblemente nunca hubiéramos sabido que existían. Y ello gracias a algo tan simple como es habernos ocupado de reunir toda la información posible acerca del destino y la ruta elegida.
Aprovechar mejor el valioso y siempre escaso tiempo de vacaciones de una forma más inteligente.
Ahorrar dinero, porque habremos estudiado el terreno y elegido, por ejemplo, una ruta con menos peajes o un camping igual de bueno, pero más barato. Y no digamos si nuestro viaje va a ser de los de “avión+hotel+coche de alquiler”. Entonces sí que hay que moverse con toda la antelación posible y sabiendo qué hacer, porque en ese caso el ahorro sí que puede ser de campanillas.
Aunque el verbo “organizar” levante alguna que otra ampolla a los más remisos, lo cierto es que si el cuerpo nos pide “aventura” nada nos impide dejar ciertas cosas sin atar del todo. Sobre todo porque el término “organizar” admite muchas graduaciones y cada cual puede “planificar” su viaje desde las cuatro cosas más fundamentales hasta cuidar el más nimio de los detalles.
El truco para tener éxito está en actuar con criterio y método. De ahí lo interesante que es trabajar teniendo las ideas claras, actuando paso a paso, y pensando qué queremos conseguir en cada momento.
Preparar el viaje no es, pues, ese engorro que muchos creen. En cambio no hacerlo puede costarnos bastante caro. Planificar tampoco significa “tener que seguir el plan al pie de la letra”, ni mucho menos. No es eso. Se trata más bien de tener una “guía”, una orientación, no una “ley”. Por eso es conveniente “tener cintura” para cambiar el plan sobre la marcha si la ocasión o las ganas lo requieren.
Además, ponernos manos a la obra nos proporcionará diversión a raudales, porque la tarea de preparar el viaje es, en sí mismo, tan estimulante como “viajar en vivo y en directo”. Casi, casi es como viajar dos veces por el precio de un uno...
Siendo como soy un ferviente y entusiasta “organizador”, no desaprovecho la ocasión para “proclamar” a los cuatro vientos las virtudes de la preparación a todo el que quiera escuchar. Y en ello estamos, por si alguien todavía no lo había notado.
Nuestra experiencia personal nos dice que casi nunca el viaje discurre tal y como lo habíamos diseñado originalmente. De hecho ya contamos con ello desde el primer momento. Es más, diría que “tener previstos los imprevistos” es lo que diferencia realmente a los buenos “organizadores” de los que aún “están en ello”. Lo bueno es que la práctica puede con todo...
Para esas “situaciones inesperadas” procuramos tener siempre un par de ases guardados en la manga en forma de “plan B”, incluso uno “C”, por si la cosa se complica o se pone fea. ¡Y casi siempre suele complicarse!. La paradoja es que... ¡hasta para improvisar con gracia y salero resulta muy conveniente y necesaria una buena planificación!.
Los imprevistos existen, es innegable, -y ocurren- pero es tarea nuestra evitar que nos pillen con el carrito de los helados. “Se apuntan al viaje” de mil maneras y con una “envidiable creatividad”, en forma de museo o monumento cerrado; de climatología adversa; avería, enfermedad, atasco o...
Será en tales momentos cuando nos veremos obligados a alterar nuestra idea inicial y adoptar decisiones sobre la marcha. Y de ello dependerá el mejor o peor “discurrir” del viaje.
Claro que si previamente nos hemos dotado de un “kit de emergencia anti-imprevistos” todo será mucho más fácil. Y todo empieza en la información, mucha información, (guías turísticas, de camping, etc.). Luego ya veremos, pero si conocemos otras posibilidades y alternativas, raro será que no salgamos airosos del trance. De esa manera convertiremos lo que podía haber sido un trastorno importante en una simple anécdota que luego contar a los amigos... ¡y hasta a los nietos!.
Un típico ejemplo de lo dicho suele ocurrir cuando la climatología juega un papel clave en nuestro plan de viaje, como pueden ser las actividades previstas de montaña o playa. Si el día se presenta lluvioso o con niebla nos vendrá muy bien tener a mano un plan “B”, ya que es algo que no podemos controlar hasta llegado el momento. En tales casos las visitas a museos y recintos cerrados son muy socorridas, más que nada porque evitarán que nos mojemos, je, je.
En otros casos bastará con hacer el martes lo previsto para el miércoles y viceversa, poniendo al tiempo una vela a quien corresponda con la esperanza de que el tiempo mejore a tiempo. Aunque no siempre la solución sea tan sencilla como la del ejemplo –ya sabemos que intervienen muchos factores y que al diablo le encanta liar las cosas- está claro que ayuda mucho tener previsto un “plan B”, por si acaso.
Para eso es fundamental haber reunido previamente información sobre qué otras cosas, en “plan alternativo” se pueden hacer por la zona cuando el tiempo se pone en contra… más que nada para no tener que acabar echando mano de los “juegos reunidos Geyper”...
Todavía recordamos con estupor cuando, recién llegados al Tirol, al abrir por la mañana la puerta de la caravana … ¡el paisaje alpino había desaparecido!. Una niebla que se cortaba a cuchillo impedía ver un burro a tres pasos. Palo de los gordos porque cuando la idea es pasar el día disfrutando de las montañas de Heidi y su abuelito eso es como una puñalada trapera. “¿Y ahora qué hacemos?”, nos preguntamos. Como las previsiones meteorológicas no pintaban nada bien, decidimos rápidamente invertir la ruta prevista y salir pitando de allí con la esperanza de que, al pasar de nuevo por la zona, ya de regreso, los hados nos fueran propicios. Y lo fueron, vaya si lo fueron. Días más tarde pudimos gozar de unos espléndidos días de cielo azul, cumbres nevadas en agosto y paisajes de postal gracias, precisamente, a aquel frente frío que unos días antes nos había obligado a abandonar el Tirol aprisa y corriendo…
Y es que conviene “tener cintura” para adaptarse a las circunstancias caprichosas del destino. Así ¿por qué no habríamos de quedarnos unos días más en un sitio encantador si es lo que el cuerpo nos pide o, por el contrario, porque no salir corriendo como alma que lleva el diablo si el lugar es como de película de terror?, que fue lo que nos pasó con el camping de budapest. ¡Si una de las mejores cosas que tiene el caravaning es la libertad de elegir donde ir!.
Y dicho esto, la clave del éxito de un viaje “a nuestro aire” –en caravana o sin ella- se encontrará, en buena medida, en lograr un buen equilibrio entre un mucho de plan y un bastante de flexibilidad para adaptarnos tanto a los imprevistos como también a las apetencias que vayan apareciendo sobre la marcha. ¡Y es que la fórmula magistral para que nada se quede en el tintero no es otra que preparar nuestro viaje a conciencia y, a poder ser, con tiempo suficiente!.
Y como preparar el viaje requiere un poco de orden y método para tener “todos los huevos en el mismo cesto”, una vez animados y decididos a ponernos manos a la obra, podremos empezar a ver cómo dar forma a nuestro periplo respondiendo a la pregunta del millón... ¿adónde nos vamos de viaje?.