El correo electrónico es una de las grandes revoluciones en el campo de la comunicación: rápido, directo y, por ahora, gratuito.
Como ya hemos podido ver en apartados anteriores, su utilidad para reunir información está fuera de toda duda. Cuando queramos saber un dato o información concreta, no tenemos más que escribir a quien la sabe.
Nosotros lo empleamos mucho para despejar dudas sobre cuestiones concretas: horarios de apertura y cierre de camping, horas de descanso de mediodía (el mittagruhe germánico), días festivos, días de mercadillo, etc.
En general suelen contestar con bastante rapidez, muchos a vuelta de correo, aunque en ocasiones se haga necesario algún que otro correíto “de recuerdo”.
Si el destinatario del e-mail es extranjero está claro que dirigirnos a ellos en su propio idioma nos allanará mucho el camino, pero en su defecto, nos ayudará bastante redactarlo, al menos, en inglés. Siempre que podamos, por supuesto.
Si la información a obtener es crítica para nuestros intereses, por ejemplo la hora límite de llegada a un camping en particular y hay dificultades idiomáticas de por medio, pues nada, a buscar ayuda entre las amistades políglotas y asunto resuelto.
Un detalle importante. Si vemos que pasan los días y no obtenemos respuesta, conviene cerciorarse de que la dirección de e-mail sea correcta. No sería la primera vez que la hubiesen cambiado. En ese caso, no nos quedará más opción que rastrear por la red hasta dar con la dirección válida.