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Los “puentes vacacionales” son un gran invento para viajar.
Gracias a ellos podemos visitar lugares más alejados de casa, ampliando el abanico de distancias que nos imponen los fines de semana “mondos y lirondos”.
Con los puentes, los destinos en un radio de 300-400 kms quedan al alcance de la mano. Y eso está genial.
Disponer de cuatro días (y medio más si se tercia) para agarrar la caravana y salir a ver mundo es una gozada.
¡Qué sería de nosotros, los campistas, sin esos benditos paréntesis laborales!
Hay opiniones para todos los gustos y a algunos no les convence el rollito este de los puentes, pero viendo lo que se mueve la gente estaremos de acuerdo en que los beneficios para el sector turístico y la economía en general tampoco son moco de pavo.
Los “puentes”, como la siesta, debieran ser declarados “Patrimonio Intangible de la Humanidad.
Más que nada porque para trabajar duro hay más días que longanizas…
El Puente del Oresund, entre Dinamarca y Suecia, es muy chulo, pero nos pilla un poquito lejos para "un puente" cualquiera...