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Museo

de la

Gran Guerra

 

 

1914-1918

 

(Meaux/París)


  

 

 

  

 

 

 

Un poco de historia

 

El "Musée de la Grande Guerre" de Meaux es el más importante en su género de los existentes en Francia y también en toda Europa sobre la Primera Guerra Mundial de 1914-1918.

 

Este museo, que reúne más de 65.000 objetos relacionados con el primer gran conflicto mundial de la historia fue inaugurado en 2011. Solo tres años antes de conmemorar el primer centenario del inicio, en 1914, de la que sería llamada "La Gran Guerra".

 

La colección hay que agradecerla en gran medida a los desvelos del historiador Jean Pierre Verney. Pacientemente fue reuniendo objeto tras objeto, documento tras documento.

 

En 2005 fue adquirida su colección y empezó la construcción del museo en la localidad de Meaux, a unos 40 km al este de París. La elección del lugar no es casual. Tiene carga simbólica, pues fue en los alrededores de Meaux donde se libró, en 1914, la primera de las "Batallas del Marne". 

 

       

Cañón bombardero

 

Un recuerdo para sus

protagonistas.

 

Esta guerra también fue la primera en la que la fotografía asumió el protagonismo informativo de la contienda.

 

Para una completa visión de lo que significó la Primera Guerra Mundial, recomendamos visitar también el "Historial de la Grande Guerre" en Péronne, a 150 km. al norte de París, en pleno campo de batalla del Somme.  Durante años tuvo el honor de ser el más importante en la materia hasta que fue destronado por el de Meaux. Y realmente vale la pena visitarlo conjuntamente con el de Meaux -nosotros así lo hicimos- porque aunque ambos traten de lo mismo, son lo bastante diferentes entre sí como para complementarse de maravilla. Ni de lejos son dos museos "iguales". Y, puestos a elegir, nos parece más adecuado visitar primero el de Meaux. Pincha en el enlace y podrás acceder al reportaje del museo de Péronne.

 

En 2018 se cumplió un siglo de la firma del armisticio entre los Aliados y el Imperio Alemán. Conviene no olvidar que este conflicto no concluyó  técnicamente en "derrota" de Alemania, sino en un "armisticio", que es realmente un acuerdo para dejar de combatir.

 

A pesar de esa "pequeña cuestión conceptual", en el Tratado de Versalles que siguió al final de las hostilidades, los Aliados impusieron a Alemania tales condiciones en concepto de reparación de daños de guerra que fueron la semilla del descontento alemán que -agudizado por la tremenda crisis económica de 1929- acabó desembocando años más tarde en el ascenso del Partido Nacionalsocialista de Adolf Hitler al poder. De ahí al desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial veintiún años después del "Armisticio de Compiegne" fue solo un paso. Hitler y sus acólitos supieron explotar muy bien el revanchismo larvado de la sociedad alemana apelando a las tradiciones germánicas y a la "superioridad de la raza aria" para lanzar, más adelante, la "Blitzkrieg" o "Guerra Relámpago", invadiendo la vecina Polonia cuyo territorio era, en gran medida, considerado por la tradición alemana como algo suyo. Sin embargo algo había cambiado en la sociedad alemana de finales de los treinta. Al desencadenarse la invasión de Polonia la población no se echó a la calle entusiasmada como en 1914. Después de la Gran Guerra el romanticismo bélico que impregnó su arranque yacía muerto en las trincheras de los campos de batalla.

 

Es decir, la Segunda Guerra Mundial fue, en gran medida, "la segunda parte" o la consecuencia de la "Gran Guerra". El propio Hitler nunca digirió "la derrota de 1918", como tampoco la mayoría de los generales y oficiales nazis que, no lo olvidemos, fueron jovenes combatientes en el Somme, en Verdún, en Rusia...

 

La cuestión es que, sumando ambos conflictos, el mundo dejó de contar con varias decenas de millones de personas inocentes "en nómina". Los grandes imperios decimonónicos desaparecieron, nacieron nuevos países y el mapamundi cambió radicalmente. La gente y el modo de vivir, también. Las mujeres se incorporaron, irreversiblemente al mundo laboral. La tecnología progresó como nunca (nada azuza más el ingenio que la necesidad) y la medicina conoció grandes progresos. No en vano los mutilados de guerra y los heridos leves y graves se contaban por millones. En 1917 triunfó la Revolución Rusa, el imperio zarista desapareció y nació "otro imperio" que marcaría el devenir de las décadas siguientes. Para rematar, la epidemia de "gripe española" (que llevaba nuestro nombre porque aquí se empezó a hablar de la epidemia frente a la censura férrea existente en otros países, pero por nada más) se llevó por delante a varias decenas de millones de seres humanos, sanos o enfermos, con una virulencia sin parangón en la historia de la humanidad. De hecho se considera a esa epidema la más mortífera jamás vista, superando a la peste negra medieval. En suma, a partir de 1918 en el mundo ya nada volvió a ser igual.

 

Llegaron "los felices veinte" como reacción a los horrores de una guerra que afectó a casi todo el planeta (curiosamente en España logramos mantenernos al margen, pero eso ya es otro cantar) hasta que, en 1929, el "crack" de Wall Street hundió al mundo en una crisis económica devastadora que se llevó por delante la alegría de la década que terminaba y sumió de nuevo al mundo en una gran depresión que anticipaba otro desastre. De ahí al auge de movimientos totalitarios, de base violenta en consonancia con la belicosidad de la época, hubo solo un paso. Las condiciones para que se repitiera la historia estaban servidas.

 

Puede que a muchos la Primera Guerra Mundial les suene a algo lejano y "muy antiguo", pero si analizamos los factores que llevaron al mundo a la locura bélica a una escala hasta entonces desconocida comprobaremos que, a día de hoy, nos resultarán tremendamente familiares: irresponsabilidad de los dirigentes políticos, ambición económica desmedida por las naciones más poderosas, orgullo malentendido, tensiones fronterizas, nacionalismos exacerbados, populismos que pretendían arreglar al mundo (o su mundo) con la simple ayuda del "bálsamo de Fierabrás"... ¡Qué bueno sería para todos reflexionar un poquito sobre todo eso!

 

Se suele decir que todas las guerras son estúpidas y no seré yo quien lo cuestione, pero sin duda si alguna se merece la medalla de oro a la estulticia generalizada es ésta, la "Guerra del 14". Cuesta encontrar tal cantidad de despropósitos juntos en la historia de la humanidad (y eso que no han faltado ni faltan ejemplos). Por lo visto nadie (o casi nadie) quería realmente entrar en conflicto, pero un intrincadísimo sistema de alianzas entre países, unido a las ambiciones coloniales de los más poderosos como Alemania, aderezadas con una recua de decisiones equivocadas acabaron armando la marimorena casi sin querer. Aquí sí que podemos afirmar sin ambages que "entre todos la mataron y ella sola se murió".

 

El suceso desencadenante de la Gran Guerra fue el asesinato del heredero del imperio austro-húngaro, Francisco Fernando y su esposa, en Sarajevo (Bosnia). El magnicidio se produjo a manos de un joven nacionalista serbio, Gavrilo Príncip, que militaba en una organización llamada "La Mano Negra".

 

El propio atentado ya fue en sí mismo un cúmulo de pifias dignas de un sainete y si, al final, los terroristas acabaron logrando su objetivo fue más por un golpe de suerte inesperado que por una organización que no desmerecería las andanzas de Mortadelo y Filemón. No es cuestión de entrar aquí en detalles, pero animo al lector a ahondar en el tema que, a buen seguro, le deparará buenos motivos para el flipe y el alucine.

 

Lógicamente el museo no podía dejar al margen un acontecimiento tan relevante para el inicio de la guerra un mes después. En la foto, los cadáveres de los archiduques.

 

Tras el atentado aumentaron las tensiones entre Serbia y el Imperio Austrohúngaro y la diplomacia se vio superada mientras se ponían en marcha los acuerdos y alianzas en apoyo de unos y otros países. Entre el 28 de junio de 1914, fecha del asesinato del archiduque hasta el inicio de la guerra el 28 de julio, justo un mes después, cuando los austrohúngaros intentaron invadir Serbia, los intentos de solución diplomática se habían revelado inútiles. La Gran Guerra había comenzado. Lo que nadie esperaba es que aquello fuera a durar cuatro años, tres meses y catorce días de destrucción y muerte que se llevarían por delante a más de veinte millones de personas.

 

Sin embargo un dato que llama poderosamente la atención ante semejante despropósito fue el entusiasmo generalizado "para ir a la guerra" como aquel que va al cine o al circo a pasar un buen rato. Los jóvenes se alistaban entusiasmados sin tener ni idea de "la que se avecinaba". Existía una irresponsable y contagiosa euforia entre la población de cada país de que todo aquello sería  coser y cantar. ¡Todos al frente! Se pegarían cuatro tiros -sin muertos, por supuesto- y para las navidades, hala, cada cual a su casita.

 

En la foto se ve, a la izquierda, a los soldados franceses encantados de "ir a matar boches alemanes". A la derecha, en cambio, los alemanes se regocijaban de hacer lo propio con los "franchutes". Pobres ingenuos...

 

Pero llegaron las navidades de 1914 y lo más que pudieron hacer franceses y alemanes fue organizar partidos de fútbol en la "Tierra de nadie", entre trincheras, y cantar villancicos juntos en la tregua del día de Navidad. Actividades que, por cierto, fueron severamente prohibidas por los mandos de ambos ejércitos por "fomentar la confraternización con el enemigo". Para que luego digan que el ser humano es inteligente...

 

En fin, si algo caracteriza a la Primera Guerra Mundial, al margen de su alcance global, es la aparición de la tecnología en el "arte de la guerra": la aviación, la artillería pesada de gran alcance, las armas químicas o las armas de repetición como la ametralladora (aunque ya se usara en la Guerra de Secesión norteamericana) 

 

   

Máscaras antigás.

 

Una de éstas bastaba para diezmar batallones enteros

 

La tecnología de la época demostró bien a las claras su capacidad para cambiar drásticamente el modo "de hacer la guerra" de manera tan rápida y determinante que los decimonónicos generales, educados en un modo de combatir ya caduco, fueron incapaces de asimilar. Lástima que las consecuencias fueran dramáticas. Las constantes cargas a pecho descubierto para alcanzar la trinchera enemiga acababan, indefectiblemente, en matanza por las ráfagas de ametralladora. Una sola de ellas era capaz de segar literalmente la vida de decenas o centenas de soldados. 

 

   

Así eran las cargas "a pecho descubierto"

 

El "No Man's Land". "La Tierra de Nadie"

Donde hubo bosques y cultivos solo había

destrucción, desolación y muerte.

 

Entre los generales más "mortíferos" para sus propias huestes destaca, por méritos propios, el británico Douglas Haig. A sus órdenes, el ejército inglés "solamente" perdió

el 1 de julio de 1916 más de 50.000 hombres, entre muertos y heridos, en el primer día de su entrada en acción en el Somme, al norte de Francia. Ese día ha pasado a la historia como el más sangriento de la historia del ejército británico. Y no es de extrañar, pero lo peor de todo es que tanto sacrificio... ¡no sirvió para nada de nada! Las posiciones alemanas continuaron en su sitio mientras el Reino Unido lloraba por decenas de miles a sus muertos.

 

La consecuencia más inmediata de los efectos de las ametralladoras sobre el ejército contrario fue la construcción de trincheras como una manera de protegerse de la lluvia de fuego y el cambio de modelo desde el combate de "movimiento y avance" que había caracterizado al modo de batallar hasta entonces fue un hecho.

 

Así se puso en marcha el "modelo estático o de posiciones" representado por el sistema de trincheras casi imposibles de conquistar que supusieron un suplicio increíble para los soldados. La guerra de desgaste se eternizó hasta límites insoportables y esa fue una de las características más reconocibles de la Primera Guerra Mundial. Hasta la llegada de los primeros carros de combate, capaces de avanzar y arrollar las posiciones enemigas el panorama no empezó a cambiar. Aunque su bautizo de fuego ya fue muy tardío para que la guerra hubiera sido de otra manera, veinte años después, los "Pánzer" de Hitler arrasaron Europa en un pis pas y la guerra de trincheras pasó a la historia de un plumazo. 

 

Los soldados, en su mayoría provinientes de las clases más desfavorecidas de cada país, eran considerados por muchos de los generales y oficiales -que a su vez provenían de las élites sociales- simple "carne de cañón". ¿Que caían varios miles en un día? No pasaba nada. Se reclutaban otros nuevos y vuelta a empezar.

 

Las matanzas sin sentido causaron un enorme malestar entre la tropa y abundaron los conatos de rebelión y las deserciones. Esta cuestión afectó especialmente al ejército italiano, harto de la incompetencia de sus generales. Los motines fueron muy importantes e incluso llegaron a provocar cambios que mejoraron la actitud y el trato hacia sus propios soldados. El drama de la guerra, las matanzas a millares, las penurias de la sociedad civil, fueron sin duda un caldo de cultivo decisivo para el triunfo de la Revolución Rusa. Sin duda la Primera Guerra Mundial marca un antes y un después en el devenir de la Historia con mayúscula. 

 

Douglas Haig, a caballo, pasando revista a sus tropas

 

Por tanto no es posible entender el mundo actual sin remontarnos a lo sucedido hace ahora un siglo. Allí se puso la semilla de lo que hoy somos a nivel mundial.

 

En fin, si la historia de la Primera Guerra Mundial os interesa, no dejéis de leer alguno de los muy buenos libros editados sobre el conflicto. En particular recomiendo el interesantísimo y ameno "Breve historia de la Primera Guerra Mundial" de Álvaro Lozano (editorial Nowtilus). Es un libro que se lee muy fácilmente y que proporciona las claves necesarias para entender tanto el propio conflicto como sus consecuencias.

 

Pero ahora es cuestión de ver qué nos ofrece el Museo de la Grande Guerre de Meaux, pues más allá de los aspectos épicos -los uniformes, los objetos, el armamento, etc.- nos brinda también la oportunidad de reflexionar y aprender lo que puede dar de sí el bárbaro que todos llevamos dentro.

 

 

       
         

  

 

Aspectos prácticos

 

 

  

El museo abre "casi" todos los días del año, es decir, menos los martes, el día de Año Nuevo, el Primero de Mayo y el 25 de diciembre, de 9,30 a 18 horas. Tampoco es buena idea querer visitarlo del 7 al 25 de enero (al menos así ha sido en 2019) porque cierran por vacaciones. Más info en su página web.

 

La tarifa para los adultos, en 2019, es de 10 €. Los menores de 26 años pagan la mitad y los mayores de 65 años, 7 €. Existe una entrada familiar para dos adultos y dos menores de 18 años que cuesta 25 €.

 

Está situado a las afueras de Meaux y dispone de un amplísimo aparcamiento gratuito. Hasta ahí, todo bien. Si exceptuamos que, tanto en la carretera de acceso como en la de salida hay una barrera móvil que limita la altura a 2 metros, lo que es un problema para quienes viajen en furgones, autocaravanas o caravanas.  En la foto de Google se ve abierta, pero cuando nosotros llegamos estaba echada. Como nuestra caravana mide menos de dos metros no tuvimos ningún problema, pero no hubiera sido así con una de altura convencional o con una autocaravana. ¡Y lo peor es que esa barrera está bastante alejada del edificio del museo para pedir que la abran!

 

Ignoro en qué momentos la abrirán o la cerrarán, pero desde luego es un asunto a tener en cuenta. 

 

 La barrera que limita el acceso a un máximo de dos metros de altura

 

 

   

 

Como puede apreciarse, el aparcamiento no estaba

demasiado concurrido...

 

La cafetería del museo.

  

El mostrador de recepción, en el primer piso, y la bien nutrida tienda del museo.

  

   

El edificio del museo es vanguardista

 

El "Monumento americano", de 26 metros de altura.

 

 

 

El museo

 

Una vez provistos de la pertinente entrada, accederemos a una oscura sala que nos recibe con una enorme pantalla en la que se proyecta un vídeo introductorio.

 

Una gran estatua de un "Poilu" ("peludo" en francés), que era el sobrenombre que recibían los soldados franceses de la Gran Guerra, especialmente a causa de sus grandes bigotes, muy del gusto de la época, preside la sala.

 

La visita prosigue por un pequeño recuerdo a la Guerra Franco-prusiana de 1870, el primero de los tres grandes enfrentamientos entre franceses y alemanes en menos de 80 años y que acabó con victoria germana -en el apogeo de Bismarck- y con la pérdida de Alsacia y Lorena para los franceses. Después del fin de la Gran Guerra, ambas regiones volvieron a formar parte del "hexágono" francés. 

 

Un combatiente francés (sin mostacho, eso sí)

 

 

   

Los uniformes y cascos de la Guerra franco-prusiana

de 1870 poco tuvieron que ver con la de 1914...

 

 

 

Dejaremos atrás la guerra decimonónica (en 1914 a muchos franceses no les desagradaba demasiado la idea de devolverles la afrenta a los "Boches") y desembocaremos en una gran sala para dar comienzo al primero de los dos itinerarios en los que se estructura el museo: el cronológico y el temático.

 

 

El "Itinerario cronológico"

 

 

La gran sala del "Itinerario cronólogico"

 

Este recorrido a través de la gran sala discurre entre la primera gran batalla entre los ejércitos alemán y francés en agosto de 1914 -en la zona del río Marne, al este de París y a poco más de una cincuentena de kilómetros de la Torre Eiffel- hasta llegar a la "Gran ofensiva de 1918", en la región del Somme, que pondría definitivamente contra las cuerdas al exhausto ejército alemán y acabaría provocando la solicitud de armisticio. Tras el mismo, el Káiser Guillermo II huyó a Holanda y se proclamó la República de Weimar en Alemania en medio de una fuerte tensión social. La hambruna en territorio alemán haría estragos entre la población civil.

 

Curiosamente la primera y la última batalla de la guerra en el sector occidental de Europa fueron las únicas caracterizadas por el movimiento de las tropas. Las otras se libraron en zona de trincheras, al menos en el frente occidental. No olvidemos que la guerra afectó a más de medio mundo: Rusia, Italia, Austria, Serbia, Turquía (Gallípoli) o incluso en Arabia, donde se hiciera famoso el oficial británico T.E. Lawrence, más conocido por "Lawrence de Arabia". Su contribución a la revuelta de las tribus árabes contra los turcos permitió que los aliados continuarán controlando la zona estratégica de Oriente Medio. El petróleo ha sido siempre un factor geoestratégico clave.

 

Pero volvamos a los inicios de la guerra. Más allá del entusiasmo inicial de ambos ejércitos, los uniformes ilustran claramente la evolución desde una guerra que empezó con el impulso militar del siglo XIX para terminar, dramáticamente, en el siglo XX. Los vistosos colores de los uniformes de los primeros meses de conflicto armado, tanto de franceses como de alemanes, en clara analogía con la idea romática de la guerra, pronto fue sustituido por otros más oscuros, que se disimulaban bastante mejor frente a los francotiradores enemigos, en clara analogía también con el horror y la desesperanza por lo que estaba sucediendo.

 

   

Un infante alemán, con el casco puntiagudo prusiano.

 

La infantería francesa, con sus pantalones rojos

quedaba genial en los desfiles, pero en el campo

de batalla eran presa fácil para las balas enemigas.

  

La infantería francesa en 1914

  

En 1915 los colores chillones habían dejado ya su lugar a los tonos grises y azulones, mucho menos visibles.

Los cascos también evolucionaron al ritmo de los nuevos tiempos de guerra.

 

   

La estatua del General Gallieni, héroe de

la Batalla del Marne.

Suya fue la insólita órden de que los taxistas

parisinos transportaran lo más rápido posible

a 5.000 soldados a bordo de los Taxis Renault

al frente del Marne.

Lo cierto es que lograron detener el avance

del ejército alemán...

 

Uno de los taxi Renault cuya contribución resultó

decisiva en la batalla del Marne, en septiembre de 1914.

  

Las comunicaciones siempre han resultado vitales para la guerra, pero en un tiempo en el que el teléfono

estaba todavía en pañales e Internet ni se imaginaba, las palomas mensajeras jugaron un papel clave en

la contienda. Un auténtico camión de "telecomunicaciones".

  

   

 

 

Aquí se ven mejor las palomas...

  

En tiempos de guerra, bromas, pocas.

En este cartel, en la Francia ocupada, el ejército alemán conminaba

a la población a eliminar a todas las palomas y pichones, mensajeras o no.

Eran el "Whatsapp" de la época y no se debían correr riesgos.

 

 

 

Las trincheras,

elemento diferencial de la Gran Guerra

 

 Si algo caracteriza a la Gran Guerra son las trincheras.

  

Uno de los puntos fuertes del museo es la reconstrucción de las trincheras.

En la foto, el tipo de trinchera francesa más habitual.

  

Una trinchera alemana clásica. Cada cual tenía su propia manera de hacer las cosas...

  

   

Esquema de trinchera francesa

 

Y de la alemana

  

La vida en las trincheras era todo menos agradable.

Se hizo tristemente famoso "el pie de trinchera". La humedad y el barro constante reblandecían

la piel de los pies de los soldados y acababan produciendo la temible gangrena. La amputación estaba servida.

  

   

 

 

 

  

   

Reproducción de un barracón de trinchera alemana

 

 

  

 Los camiones y automóviles ya empezaban a jugar un importante papel

y no digamos la artillería. Fue el tormento de los soldados atrincherados.

  

   

 

 

 

  

Estas dos imágenes, a modo de "las 7 diferencias", permite comprobar la destrucción

que causaba la artillería pesada. El "paisaje lunar" estaba de furiosa moda entonces.

El "Fuerte de Douaumont" fue uno de los objetivos estratégicos de la batalla de Verdún.

Solamente el cementerio de Douaumont acoge las tumbas de 130.000 combatientes.

En septiembre de 1984, el Presidente francés François Miterrand y el Canciller alemán, Helmut Kohl,

se reunieron en la zona de Verdún para un acto de reconciliación.

Paradojas del destino, los padres de Miterrand y Kohl habían luchado en Verdún.

 

 El caza francés Spad XIII, creado en 1917.

El avión reproduce el caza del As de Ases, capitán René Fonck. Se anotó 75 victorias.

La aviación pasó de ser, en los albores de la guerra, un modo de observación del enemigo y del terreno a convertirse en el arma decisiva para ganar batallas.

 

 

 

El "Itinerario temático" 

 

En un espacio adyacente a la gran sala que acabamos de ver se desarrolla el llamado "Itinerario Temático" que es la otra manera de acercarse a lo acontecido en aquellos tenebrosos años. Un largo pasillo va dando acceso a las diferentes salas temáticas: la vida en las trincheras, el armamento, la propaganda, los principales protagonistas de ambos bandos, los uniformes, los sanitarios, los avances médicos y las prótesis para los mutilados de guerra, la muerte en el campo de batalla, la guerra en el mar, el papel de la mujer en el conflicto o la participación norteamericana, etc. En suma, un completo repaso a todos los elementos determinantes para entender el desarrollo de la Primera Guerra Mundial.

 

El "Itinerario Temático" se desarrolla a lo largo de las salas de este pasillo

  

Los carteles jugaron un papel esencial para elevar la moral de las tropas y de la población civil.

La propaganda fue otra de las "armas" usadas masivamente en el conflicto.

Tanto para animar a las propias fuerzas -civiles o militares- como para denigrar o ridiculizar al enemigo.

La censura, como podía suponerse, campó a sus anchas durante la guerra.

  

   

La guerra no es barata.

Se solicitaban donativos e inversiones para financiar

el esfuerzo bélico

 

La educación siempre ha sido fundamental.

Ante los ataques con gases había que saber

protegerse adecuadamente

  

Se disparaban obuses como el que come pipas de girasol...

 

   

"Píldoras" de todo tamaño para toda ocasión

 

 Los combates cuerpo a cuerpo, a bayoneta calada, fueron mucho menos frecuentes de lo que se suele creer

  

   

El surtido de granadas de mano era más que suficiente

para reventar lo que hiciera falta

 

Los ancestros de los modernos chalecos anti-balas

de kevlar y fibra de carbono.

Su misión era "poder contarlo".

  

   

Cubrirse la cabeza era fundamental.

El casco británico contrastaba con el sombrero

de la fuerza expedicionaria norteamericana

 

En el bando alemán el casco evolucionó radicalmente

del prusiano con punta al precursor del casco que después se haría tristemente famoso con el Tercer Reich

 

En la sala "La vida en las trincheras" se exponen multitud de objetos cotidianos que hacían la

vida un poco más fácil a los soldados.

  

   

 

 

 

 

La asistencia sanitaria y quirúrgica avanzó a pasos de gigante.

La artillería y los gases tóxicos fueron los principales responsables del gran número de mutilados

existentes al final de la guerra

   

Los hospitales de campaña eran el contrapunto de la batalla

 

   

La necesidad hace virtud.

Las prótesis hicieron su aparición para

mejorar la vida de los mutilados.

 

 

Los cementerios de guerra abundan en el norte de Francia.

Visitarlos es un buena manera de recordar a

 aquellos que dejaron su vida tan absurdamente

 

  

 

La Primera Guerra Mundial fue realmente mundial:

El testimonio de los uniformes

 

Pocos países o zonas del mundo se libraron de verse directa o indirectamente involucradas en la Gran Guerra de 1914-1918. En una época en la que las colonias de las grandes potencias estaban a la orden del día (las ambiciones coloniales fueron uno de los grandes detonantes del conflicto) sus habitantes eran una perfecta "carne de cañón" para los bandos en liza.

 

La exposición de uniformes del museo de Meaux es realmente espléndida. 

 

El azul plomo del ejército francés sustituyó rápidamente a los pantalones rojos de los inicios

 

 

   

Uniforme de los caballeros australianos   Infante alpino del ejército austríaco

  

 

El uniforme del centro era el de un infante japonés.

El de la derecha, el de suboficial de la marina alemana

  

Lo exótico también estaba en guerra...

 

 

 

La guerra en el mar

 

 

 

La guerra en el mar durante la Primera Guerra Mundial jugó también su papel en el desarrollo de la contienda. Al menos como fuerza disuasoria, por la gran importancia y poder de la Royal Navy británica, dueña y señora de los mares. Su flota era, con diferencia, la más numerosa y poderosa de la época. Algo a lo que los alemanes aspiraban a darle la vuelta...

 

En 1916 el mundo vivió la última gran batalla naval de la historia: la "Batalla de Jutlandia", frente a las costas danesas. Las flotas alemana y británica se enfrentaron a gran escala, durante dos jornadas, por primera y última vez.

 

Fue la primera y única vez que se enfrentaron los temibles acorazados tipo "dreadnought", lo más de lo más en la época. Pura tecnología punta. En 1906 la todopoderosa flota británica botó al primer "súper-acorazado" bautizado como "HMS Dreadnought" - cuya traducción sería  "Sin miedo". La elección del nombre no fue casual, pues ese tipo de buque de guerra se caracterizaba por una dotación de cañones de un calibre nunca visto hasta entonces y propulsado por turbinas a vapor que le daban una rapidez excepcional. A su lado los barcos de guerra existentes quedaron desfasados de un plumazo. El nombre hizo fortuna y pasó a denominar genéricamente a ese tipo de acorazados.

 

 

Lógicamente el imperio alemán no estaba por la labor de permitir que los británicos siguieran aumentando su ya tremendo poderío naval y se lanzaron a una carrera armamentística a ver quien hacía el "dreadnought" más bestia y en mayor número. Cuando se desató la Gran Guerra, ambos países contaban ya con un buen puñado de esos gigantes marinos. Jutlandia sería la ocasión perfecta para dirimir qué país iba a ser realmente el amo y señor de los mares. Sin embargo... ¿Quién venció en Jutlandia? Las opiniones no son unánimes ni concluyentes. 

 

 

 

La imagen recrea la Batalla de Jutlandia, librada los días 31 de mayo y 1 de junio de 1916 frente a Dinamarca, cerca del estrecho de Skagerrak.

 

El "Historic Dockyard" de Portsmouth (Inglaterra), el museo naval británico, dedica un pabellón entero a las "36 horas" que duró la batalla.

 

 

 

 

Por número de toneladas hundidas los ingleses llevaron la peor parte, por eso suele considerarse que la flota de los almirantes Scheer y Von Hipper se impuso tácticamente a los británicos, pero éstos, comandados por los almirantes Beatty y Jellycoe, vencieron estratégicamente, pues la flota imperial alemana no logró derrotarlos a pesar de los daños causados -tres navíos británicos explotaron por fallos constructivos y no tanto por efecto de los obuses y torpedos- y lo cierto es que los grandes destructores alemanes y el resto de la flota imperial tuvieron que retornar a sus puertos y ya no volverían a salir a mar abierto en lo que quedaría de guerra dejando a los barcos británicos como dueños de los mares, al menos en la superfície. A partir de Jutlandia el alto mando alemán cambió de estrategia y abandonó la guerra a mar abierto en favor de la submarina.

 

La reclusión de la flota traería consecuencias, pues al final de la guerra las tripulaciones ociosas y hastiadas fueron un caldo de cultivo perfecto para que las ideas revolucionarias provinientes de Rusia calasen hondo. Aumentaron los motines y los marinos alemanes fueron una de las claves para acelerar la descomposición del "Antiguo Régimen" imperial que llevaría a Alemania a solicitar el armisticio.

 

Quizás si el desarrollo de los "U-Booten", los submarinos germanos, hubiera estado más avanzado, de hecho los submarinos militares aún estaban en sus primeras fases de desarrollo, el signo de la guerra hubiera podido cambiar, aún así causaron no pocos daños a los navíos aliados demostrando el poder bélico de la guerra submarina. Sin embargo, la entrada de los EE.UU. en armas y la puesta en marcha de una estrategia de convoyes protegidos por buques de guerra redujo drásticamente la tasa de hundimientos aliados y permitió un mejor abastecimiento a franceses y británicos. Pero la lección estaba aprendida y, años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, los submarinos nazis sí fueron los reyes del Atlántico.

 

Si bien la batalla de Jutlandia no llegó a influir en el devenir de la guerra tanto como podía esperarse en su momento, curiosamente un acontecimiento naval sucedido un año antes, en cambio, sí resultaría determinante. El hundimiento del "Lusitania", trasatlántico norteamericano por aquel entonces neutral, a manos de un submarino alemán -se especula que por error- acabaría siendo el detonante o la excusa perfecta para decidir a los EE.UU. a entrar en guerra junto a los aliados. En 1915 su hundimiento ya suscitó una gran polémica en los Estados Unidos, pero el presidente Woodrow Wilson se resistió a entrar en guerra. Sin embargo en 1917, el gobierno alemán anunció que sus submarinos atacarían indiscriminadamente a cualquier buque. Esta circunstancia unida al descubrimiento de un supuesto complot entre el imperio alemán y México -a través del famoso "telegrama Zimmermann"- para que México atacase a su vecino del norte fue determinante para que la opinión pública norteamericana se posicionase favorablemente a intervenir activamente en la Primera Guerra Mundial.

 

El apoyo norteamericano acabó siendo fundamental para expulsar a los alemanes de Francia y Bélgica. La historia volvió a repetirse con el desembarco de Normandía...

 

   

 El museo expone una variada muestra de maquetas

y objetos navales

 

Los torpedos entraron en guerra...

  

Una última curiosidad de la guerra marítima. Tras el armisticio, en noviembre de 1918, se trasladaron a la bahía escocesa de Scapa Flow 74 naves de la marina de guerra alemana a la espera del resultado final del Tratado de Versalles. Aquello, como era de suponer, se convirtió en una auténtica atracción turística para los solitarios habitantes de las Islas Orcadas.

 

Sin embargo, el 21 de junio de 1919, el almirante Von Reuter, comandante en jefe de la flota alemana, daría la orden de hundir sus naves para evitar que cayesen en manos británicas como consecuencia de las condiciones del Tratado de Versalles. Así, 51 buques se fueron a pique. 9 marineros murieron en la maniobra y fueron, por tanto, las últimas bajas de la Gran Guerra en acto de servicio más de medio año después del fin de las hostilidades. 

 

Reproducción de un campamento del ejército norteamericano.

 

 

El museo dedica un espacio importante a los principales protagonistas, políticos y militares, de la Primera Guerra Mundial. 

 

En el centro, el general Foch, máximo responsable del ejército francés.

A la izquierda, el General Pershing, jefe de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense

  

 El Kaiser Guillermo II, a la izquierda, con casco de punta.

Le acompañan el príncipe heredero, Federico Guillermo y el príncipe Oskar (1915)

 

 

La Primera Guerra Mundial:

Las mujeres cambian los roles

 

La enorme demanda de hombres para ir a luchar al frente y la necesidad de aprovisionar a los ejércitos de armas, munición y demás artículos hizo necesario que las mujeres se incorporasen masivamente al mundo laboral. Su participación en la guerra fue decisivo y marcó un cambio social de enorme trascendencia al suponer "el despertar" de muchas mujeres para superar su tradicional papel de "esposa y madre" al servicio de la familia.

 

La demanda de derechos civiles, como el voto, o el descubrimiento de una cierta independencia económica por parte de las mujeres que pasaron a ser el sustento de la familia (muchas enviudaron o tuvieron que hacer frente a la vida con parejas mutiladas, gravemente heridas o con serios problemas de estrés postraumático). Si bien en un gran número de casos el regreso de los hombres devolvió a sus mujeres al hogar, todo ello contribuyó a que el mundo y la vida social ya no volviera a ser igual. Aquello fue el primer gran paso.

 

Las mujeres se incorporaron a la industria y demostraron que podían hacerlo igual de bien que cualquiera

  

   

Después de la guerra las mujeres

pudieron ejercer su derecho al voto en

algunos países

 

El papel de enfermera fue todo un clásico

  

Margaretha Zelle, más conocida como "Mata Hari"

La exótica bailarina holandesa espió a favor del bando alemán.

Descubierta por los franceses fue juzgada y condenada a muerte. El 5 de octubre de 1917 sería fusilada.

 

 


Las consecuencias de la Gran Guerra de 1914-1918

 

Obviamente no es cuestión aquí de hacer ningún repaso profundo a las muchas consecuencias que la Gran Guerra tuvo para el mundo, pero sin duda supuso el fin de toda una época, la imperial, y el nacimiento de una nueva era, moderna y tecnológica, que se intuía de paz y prosperidad tras el trauma bélico.

 

La realidad, como bien sabemos, no confirmó del todo tales presagios. La desaparición del imperio alemán, del austro-húngaro y de Rusia fue muy cierta, pero no puede decirse lo mismo de la paz duradera. Tras el final de la guerra "nacieron" nueve nuevos naciones-estado: Polonia, Finlandia, Checoslovaquia, Austria, Hungría y Yugoslavia, que agrupaba, a su vez a Serbia, Eslovenia, Montenegro, Bosnia...

 

Todo ello fomentó un auge de nacionalismo generalizado que provocó, a su vez, nuevas tensiones fronterizas en la zona balcánica y rumana. Francia, con su parte norte gravemente destruida, salió muy tocada de la guerra. En las colonias europeas también germinó un sentimiento de independencia que iría en aumento a lo largo de los años hasta que, el final de la Segunda Guerra Mundial, se viviera el aldabonazo definitivo. ¿Conclusión? Europa perdió su hegemonía mundial en favor de dos nuevas potencias emergentes: EE.UU y Japón.

 

Alemania, si bien tuvo que afrontar las duras condiciones del Tratado de Versalles, no padeció la guerra en su propio territorio. Y si bien perdió las regiones de Alsacia y Lorena por el lado francés y una buena parte en territorio polaco y checo -los Sudetes, que jugarían un papel fundamental en el expansionismo hitleriano- su tejido industrial se mantuvo intacto, permitiendo una recuperación mucho más acelerada que la de sus hipotéticos vencedores franceses y británicos. Paradojas del destino.

 

Otra consecuencia de los horrores vividos fue la creación, en 1919, de la Sociedad de Naciones. El primer organismo internacional que pretendía sentar las bases de una paz duradera y solventar los conflictos de manera pacífica. En 1920 se celebró en Ginebra la primera sesión con la participación de 42 países. Alemania ingresó en 1925 y la Sociedad de Naciones se considera el ancestro de la actual Organización de las Naciones Unidas (ONU), creada ttras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la que la Sociedad de Naciones no pudo evitar. Entre sus principales éxitos se encuentra poner coto a varios conflictos armados en los años de posguerra. Lamentablemente la crisis del 29 y la depresión económica posterior dieron al traste con tan buenas intenciones.

 

Es bastante triste constatar que los seres humanos, cuando andamos fastidiados, enseguida guardamos los buenos modales y nos sentimos irremediablemente tentados a resolver los problemas a tortazos. Es bien sabido que "cuando el hambre aprieta nadie tiene ganas de escuchar a Beethoven", pero de ahí a liarse a tiros va un trecho muy, muy largo. O, visto lo visto, quizás no tanto...

 

Pero como estamos en un museo francés, volvamos a la cuestión alsaciana y lorena que tiene su propio espacio. 

 

El retorno de las provincias perdidas: Alsacia y Lorena

Lo más curioso es que las raíces de ambas regiones son germánicas, sin embargo...

Hasta que en el siglo XVII Luis XIV, el Rey Sol, las anexionó a Francia

siempre habían sido alemanas. De hecho hoy en día una gran parte de los pueblos alsacianos continúan manteniendo sus nombres germánicos.

Alsacia es una región maravillosa y en la época navideña se convierte en un lugar mágico.

Es uno de nuestros destinos favoritos en diciembre.

Si os interesa conocer qué ver y hacer en Alsacia en Navidad pinchad en el enlace.

  

   

El traje tradicional de las alsacianas

 

La adaptación de Alsacia y Lorena a la nueva

jurisdicción francesa requería cambiar los marcos

alemanes por los francos franceses.

  

 

   

La guerra iba tocando a su final.

El cartel rememora el 8 de agosto de 1918,

la "Jornada de luto del ejército alemán".

En Amiens, en el norte de Francia, los

aliados iniciaron la Gran Ofensiva.

Con la ayuda de las fuerzas expedicionarias

estadounidenses, la fuerza y la moral se

situaba en el bando aliado. Ese día las tropas

aliadas avanzaron 11 kilómetros en los sectores

controlados por los alemanes.

. Algo que apenas se recordaba en los años anteriores.

Por el contrario, el ejército alemán sufrió

grandes bajas y la moral estaba por los suelos.

Erich Ludendorff bautizó ese día como

"El día negro del ejército alemán".

 

Este pasillo y estos carteles marcan la

el final de la exposición y la salida del museo,

haciendo un repaso

a las circunstancias socio-históricas

que se produjeron al final de la contienda.

Lógicamente el Tratado de Versalles y

su repercusión están tratadas a fondo.

 

 

El viaje por la historia de la Gran Guerra concluye con estos paneles que señalan "los verbos"

que habrían de marcar el período de posguerra: Reconstruir; Reencontrar; Regresar; Negociar...

 

 

En resumen, la visita al "Museo de la Gran Guerra" de Meaux es la mejor manera de englobar en un pequeño espacio todas las claves, circunstancias y factores imprescindibles para comprender lo que supuso el enfrentamiento por tierra, mar y aire entre aliados y alemanes en 1914 a 1918.

 

Y ya puestos, para completar la revisión de la Primera Guerra Mundial en el frente occidental nada mejor que visitar también el "Historial de la Grande Guerre" en Péronne. Pincha en la foto para conocer más a fondo lo que éste nos va a ofrecer...

 

 

Historial de la Grande Guerre (Péronne)

 

 

 

 

 

 

 

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