No sé si resulta muy justo achacar a la historia de la Torre de Babel la buena salud que gozan las academias y los cursos de idiomas a distancia, pero el caso es que para viajar allende nuestras fronteras no está de más “manejarse” con cuantos más idiomas mejor. En su defecto y como remedio para nuestros males siempre nos quedará recurrir al “lenguaje internacional de signos”. A fin de cuentas los turistas que nos visitan se apañan como pueden y sobreviven...
No obstante, para moverse regularmente fuera de España, está claro que conviene controlar mínimamente el inglés,el idioma “universal” de nuestros días. El inglés, guste más o menos, es la llave que nos abre la puerta a la comunicación con un buen puñado de millones de seres humanos. Lástima que las lenguas extranjeras sean la ancestral “asignatura pendiente” patria, situación aún más dolorosa si cabe al ver como una gran parte de nuestros jóvenes, que después de más de diez cursos académicos de inglés ya les vale que sigan siendo en gran medida incapaces de entender y hacerse entender en dicha lengua. Que el sistema educativo y de enseñanza de lenguas es más que cuestionable a la vista está, pero que muchos no sean capaces de expresarse ni básicamente…
En fin, ya sabemos que eso es lo que hay, no obstante me gustaría animar a la gente a que viaje más por Europa y no se corte, sin que el desconocimiento de idiomas sea un freno para cruzar los Pirineos. ¿Cuántos turistas nos visitan y no pillan el castellano y, algunos, ni tan siquiera el inglés?. Y bien que vienen a disfrutar de nuestro sol…
Ciertamente los idiomas facilitan mucho la vida y también el disfrute del viaje, pero a falta de pan…
A mi me gustan mucho los idiomas, lo reconozco. Cuando empezamos a viajar por Francia y luego a Holanda, nuestros primeros países “de fuera”, nunca había tenido ocasión de “hablar” en otros idiomas que no fueran el catalán y el castellano. Estudié francés e inglés en la escuela y posteriormente mi afición a los cómicsy a la Fórmula 1 me llevaron a leer bastante en ambos idiomas, aunque sobre todo en francés, lo que me sirvió para adquirir un buen vocabulario.
Con ese bagaje y mucha “vergüenza” al principio, empecé a espabilar e intentar expresarme, primero en el país de Molière y luego en el de los molinos, cuyo “segundo” idioma es el inglés. Con los años y un poco de estudio y lectura, fui adquiriendo cada vez más fluidez y soltura y actualmente discuto sin problemas en francés, me defiendo razonablemente en inglés y hasta hablo algo de alemán, en cuyo estudio estoy ahora metido. ¡Incluso ya los entiendo un poco y todo!.
Como me gustan las lenguas y la naturaleza me ha dado “oído”, también hago mis pinitos con el portugués, y el italiano, bastante más “fáciles”, porque a fin de cuentas somos latinos. La moraleja de todo esto es que, cuanto más practiquemos y menos corte nos dé “meter la pata”, más pronto que tarde acabaremos entendiendo y haciéndonos entender en la lengua que nos propongamos, porque para eso los “idiomas son acumulativos”… ¡Cuántas más lenguas conocemos, más fácil resulta aprender otras!.
De todas maneras “agenciarse” unas nociones básicas de inglés no vendrá nada mal a los que tengáis vocación de salir regularmente al extranjero. Para viajar con cierta “sensación de comodidad” tampoco es cosa de convertiros en expertos.
En la mayoría de las ocasiones será suficiente controlar un “vocabulario de viaje” lo suficientemente amplio como para haceros entender sin demasiados problemas, aunque sea “hablando en indio”. Y por supuesto, adonde no alcancen las palabras, llegará “el lenguaje internacional de signos”…; aunque, insisto, lo fundamental es no cortarse y tirar p’alante. En general un par de docenas de palabras del idioma del país que visitemos nos servirán. La gente siempre valora y agradece que intentes expresarte en su idioma aunque sólo sea para saludar o despedirse.
Para hacernos la vida un poco más fácil –a cambio de un poquito de estudio y dedicación- contamos con la inestimable ayuda de los libritos de “conversación”, esos de bolsillo en plan aprenda Vd a hablar….. en diez lecciones. En casa los tenemos para todos los gustos: francés, portugués, inglés, alemán, italiano, holandés, checo, húngaro…
Me gustan mucho y recomiendo entusiásticamente su adquisición. Ayudan a aumentar el vocabulario si ya se controla algo el idioma en cuestión, pero en su defecto, como incluyen la pronunciación “figurada” de las frases más usuales, son también estupendos para sacarnos de no pocos apuros en mil y una situaciones habituales en viaje.
Otra de sus ventajas es que nos permiten descubrir fácilmente las “palabras básicas” necesarias para movernos con soltura por esos mundos de dios, como son los saludos y despedidas o las palabras tales como “entrada”, “salida”, “atención”, “peligro”, “prohibido”, “abierto”, “cerrado”, “desvío”, etc. que viene de perlas saber de antemano. Luego, una vez allí, por pura deducción visual, aprenderemos muchas más.
Claro que entender a los “lugareños” ya es harina de otro costal, pero si al menos logramos hacerles entender lo que necesitamos o pedimos...
Junto con los libritos de conversación procuramos llevar siempre un pequeño diccionario de bolsillo de la lengua del país que nos acoge. Y, por supuesto, los llevamos siempre con nosotros en la mochila o en el bolso para cuando sean de menester, pues de poco sirve tenerlos guardaditos en el coche. ¡Anda que no nos han sacado veces de apuros!.
Un libro muy interesante para aprender cualquier idioma, con un método realmente sencillo, pero muy inteligente, es “Aprende un idioma en 7 días” de Ramón Campayo, publicado por la Editorial Edaf. El mismo autor tiene un libro específicamente dedicado al inglés.
El método que Campayo propone es muy simple e intuitivo y aunque tardemos más de una semana en hacernos entender por estos mundos de dios, lo cierto es que ofrece un planteamiento muy sensato al alcance de cualquiera, porque su método se basa, al menos en principio, en “hablar en indio” sin tapujos y sin cortarse, que es la forma de que, al menos, nos entiendan. Luego ya habrá tiempo para pulir el idioma. Realmente recomendable su lectura.
En Holanda y en el Flandes belga, así como en Finlandia o los países escandinavos, podéis dirigiros directamente a la gente en inglés, pues la mayoría de sus habitantes controla perfectamente el idioma (menuda envidia nos dan) y no les resulta ofensivo en absoluto que hablarles en su idioma sin preguntarles primero si hablan inglés.
Con los alemanes la cosa ya cambia un poco. De la gente de mediana edad para arriba es más raro que hablen inglés –con los jóvenes el problema es mucho menor- pero como son muy formales y respetuosos, a ellos es preferible preguntarles primero “Sprechen Sie englisch?”. Y si responden “Yes o “A little bit”, pues asunto resuelto. Lo malo es cuando nos dicen: “Nein”… precisamente por eso, porque me cansé de sus “nein”, empecé a estudiar alemán. Ya se sabe, si Mahoma no va a la montaña …;
No obstante, como norma de cortesía, insistiendo en lo ya dicho, recomendamos que, indiferentemente del país en el que estemos, procuremos controlar unas cuantas expresiones de saludo y agradecimiento como “Buenos días”, “Buenas tardes”, “Hola”, “Gracias”, etc.; La gente agradece de veras que muestres interés por su lengua y eso, sin duda, contribuye a hacer las relaciones personales más agradables, que es otra de las cosas buenas que tiene viajar… ¡ampliar conocimientos, experiencias y “horizontes”!.