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La milla es la hermana mayor del kilómetro. Más gorda y también más complicada (al menos para nosotros) se fue a vivir en mitad del mar, a las brumosas islas de Irlanda y Gran Bretaña.
Como tantas otras cosas por allí, nos resulta rara. ¡1.609 metros! No había una medida más extraña a mano, claro.
En la práctica todas las distancias nos parecerán inusualmente cortas. ¡Hasta que las calculemos en kilómetros, “of course”!
Por suerte, en la era del GPS, ese pequeño detalle sin importancia ha dejado de tener ídem. A fin de cuentas ya no importa lo que digan las señales de carretera, el GPS nos da la distancia en kilómetros y así nos ahorra tener que recurrir al cálculo mental, que es un deporte en franca decadencia…
No obstante, si nos entra la morriña por los buenos viejos tiempos, la forma más fácil de convertir las millas en kilómetros es calcular el 60% de la distancia en cuestión y luego sumársela. Y asunto resuelto.
Dicho de otra manera, si el cartel indica que faltan 10 millas, estaremos a 16 kilómetros de distancia de nuestro destino, metro arriba, metro abajo.
(Conversión para “dummies” con moral: El 60% de 10 es 6, luego 6+10 = 16. Por lo tanto diez millas equivalen, más o menos, a 16 km. ¿Fácil, no?