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 Desmadre

a la alemana...

 

FICHA TÉCNICA DEL VIAJE

Del 11 al 27 de septiembre 2009

Duración del viaje:

22 días y medio.

Kilometraje total:

 5.451

Hacemos constar que la información práctica que se facilita en el relato se hace a título personal, con la intención de que pueda resultar lo más útil y ajustada posible. No obstante recomendamos que, en evitación de sorpresas y contratiempos, antes de emprender el viaje, confirméis los horarios, precios, y demás datos susceptibles de variación o modificación. ¡Y buen viaje!

 

      Rutómetro:

FECHA

ETAPA

KMS.

Viernes, 11 septiembre 2009

Valladolid-Área de Bordeaux-Cestas A 63

(por A1 - Autovía Extegárate)

575

Sábado, 12 septiembre

Área de Bordeaux-Cestas A 63 – La Ferté St. Aubin (Francia) - Orléans

482 +51

Domingo, 13 septiembre

Orleáns – Lamotte Beuvron - Blois

 

200

Lunes, 14 septiembre

Traslado La Ferté St. Aubin (Francia) – Tübingen (Alemania)

750

Martes, 15 septiembre

Tübingen - Ulm

215

Miércoles, 16 septiembre

Traslado a Munich / München

Augsburg

238 + 124

Jueves, 17 septiembre

Obermenzing – Landshut - Moosburg

178

Viernes, 18 septiembre

Ruta por los Alpes Bávaros.

Oberammergau – Garmisch-Partenkirchen

Mittenwald

280

Sábado, 19 septiembre

OKTOBERFEST (Munich)

0

Domingo, 20 septiembre

OKTOBERFEST (Munich)

0

Lunes, 21 septiembre

OKTOBERFEST (Munich)

0

Martes, 22 septiembre

Traslado Munich – Heimsbrunn (Alsacia/Fr.)

Parada en el Fort Schoenenbourg (Línea Maginot, en Alsacia)

516

Miércoles, 23 septiembre

Traslado Heimsbrunn (Fr.) – Vignoles (Fr.)

Autun (Borgoña)

230 + 114

Jueves, 24 septiembre

Ruta por la Borgoña

Savigny les Beaune – Flavigny sur Ozérain

Semur en Auxois

217

Viernes, 25 septiembre

Vignoles - Gradignan (Burdeos (Bordeaux))

639

Sábado, 26 septiembre

Burdeos

47

Domingo, 27 septiembre

Gradignan (Burdeos) – Valladolid

(por A15 - Autovía Leitzarán)

595

 

Total Kms.

5.451

 

Los preparativos. Viajando en grupo.

 

    La “Oktoberfest”, la mundialmente famosa “fiesta de la cerveza” que se celebra anualmente en Munich, la capital de Baviera, de mediados de septiembre a primeros de octubre, era uno de esos viajes que nos apetecía muchísimo hacer y nunca veíamos el momento de hacerlo. Pero, por fin, en 2009 nos quitamos la espinita. Eso sí, la Oktoberfest se disfruta mucho más en panda y, desde luego, si hay un viaje ideal para hacer con un grupo de amigos, éste es, sin duda, el candidato perfecto.

 

    La Oktoberfest - la fiesta de Octubre- es uno de esos macro-eventos en los que la desmesura y el desmadre campa a sus anchas, pero puede que por eso mismo su atractivo sea todavía mayor, aunque sólo sea para ver como los "serios" alemanes se desmelenan. Seis millones de visitantes en tres semanas de semana así lo atestiguan. De todas maneras más adelante hablaremos ampliamente sobre el evento y su aquél.   

La Oktoberfest

    De Valladolid saldríamos dos caravanas y cinco personas, pero ahí no terminaba la cosa. En Tübingen (Alemania) se nos unirían también Pepe y Nany, nuestros amigos castellonenses. Y en Munich se sumarían al grupo dos amigas más que llegarían a  en avión para vivir todos juntos la Oktoberfest.   

Todos en Munich

    Viajar con amigos es fantástico (leer más sobre cómo evitar malos rollos viajando con más gente), pero desde luego conviene valorar bien los gustos y el ritmo de todos los miembros del grupo, pues desgraciadamente no todo el mundo vale para hacer un largo viaje en comandita. Diferencias de planteamientos, de prioridades o de gustos pueden dar al traste con la mejor de las expectativas. Y las vacaciones son un bien tan escaso que merece la pena protegerlo bien.

 

   Afortunadamente no es nuestro caso, pues, en general, funcionamos muy al unísono y eso facilita mucho las cosas. No obstante, como viajar en grupo no está exento de riesgos, no está de más que se comenten y debatan todos y cada uno de los distintos aspectos del viaje entre todos antes de salir a recorrer mundo. Eso hará todo mucho más fácil y ayudará a que el viaje sea un éxito y una satisfacción para todos.

 

   Y si bien a la “Oktoberfest” podíamos considerarla como “la razón de ser del viaje”, no es menos cierto que nos planteamos un itinerario mucho más amplio, dedicando también un tiempo a Francia y a otras partes de Baviera, pues la zona lo merece con creces, procurando aprovechar al máximo los días disponibles, pues no eran tantos como nos hubiera gustado a todos. Leer más sobre cómo preparar un itinerario "a medida".

 

   También teníamos un especial interés en “La fiesta de la Tarte Tatin”, que se celebra todos los segundos fines de semana de septiembre en el pueblo francés de Lamotte-Beuvron, fecha que si hasta ahora siempre se nos había resistido -solemos viajar en agosto- por esta vez, nos venía como anillo al dedo a cambio de un pequeño rodeo en la ruta hacia Munich y no era plan de dejarla pasar...  

A por las "Tartes Tatin"...

    Como es raro que a lo largo de un viaje no haya algún punto de interés que no esté sujeto a fechas concretas del calendario, no nos cansaremos de recomendar que todo viaje se prepare con antelación y esmero, pues los frutos se recogen siempre al final.

 

La Oktoberfest, por ejemplo, tiene desfiles de carrozas y otros eventos que sólo se celebran en fechas y horas determinadas. Y si no queremos perdérnoslo, será imprescindible tenerlo en cuenta a la hora de plantear las distintas etapas del viaje o incluso la fecha de partida o llegada. Pincha aquí para saber un poco más de lo que hay que tener en cuenta para planificar un viaje inolvidable.  

   

El desfile inaugural de carrozas

 


   

La mejor ruta hacia el noreste de Francia.

 

   Salimos de Valladolid la tarde del viernes 11 de septiembre de 2009 con nuestra caravana “Rapido 39 T Club”, de techo elevable, rumbo a Burdeos. Nos acompañaban, como ya he comentado, nuestros amigos Pilar y Manolo con su Bürstner 490 TK. La guinda la ponía nuestro amigo Gonzalo, quien por una vez y no sin cierto dolor de corazón, había dejado su caravana en casa y se había venido con nosotros en plan “okupa”.

 

   Como ya es habitual cuando salimos hacia el norte, pernoctamos en el área de autopista de Bordeaux-Cestas, muy cerca de la circunvalación de Burdeos. Es una gran área, con estación de servicio, restaurante y un hotel “Campanile”. Si a pesar de sus enormes dimensiones no hubiese sitios libres para estacionar – lo que ya nos ha pasado alguna vez – frente al “Campanile” hay un túnel que enlaza con el área del otro lado, dirección España. Allí suele ser más fácil encontrar hueco para pasar la noche.

 

   Para llegar a la frontera de Irún/Hendaya, solíamos ir por las autovías A10 y A15, de Leitzarán, pues aunque es una ruta algo más larga que por la A1 y el puerto de Etxegárate, la pendiente es más tendida y más cómoda para circular con caravana. El intenso tráfico, ligero y pesado, de la A1 entre Alsasua y Andoain y lo revirado de la carretera hace muy complicado adelantar a los camiones, pero…

 

   Últimamente hemos empezado a ir por la autovía A-1, vía Etxegárate, pues también es más corta y aún con los inconvenientes antes citados, lo cierto es que con los muchos radares de la zona, tampoco conviene pasarse con la velocidad, así que, puestos a ir a 80 km. esta ruta ya está bien, pues a ese ritmo de marcha apenas hay necesidad real de adelantar a nadie. Y nos ahorramos 23 kilómetros. Así que esa es, por ahora, nuestra elección para alcanzar la frontera.

 

   Ah, y mucho ojo con las señales de limitación de velocidad específica para caravanas, pues conviene respetarlas a rajatabla. Esos radares tienen la capacidad de “descubrir” si el infractor es o no una caravana… y, en consecuencia, si “nos cazan” las sanciones se aplicarán correspondientemente a la longitud del vehículo y a su limitación, que no es la misma que la de los turismos. ¡Y lo decimos por experiencia! Así que mucho cuidado con ellas. Además, y eso vale para todo el mundo, en el País Vasco los márgenes de exceso de velocidad que se aplican antes de que salte el radar son estrictamente los legales, creo que un 4% del límite, menores que los que aplica la Guardia Civil en sus zonas de competencia, así que a tenerlo en cuenta toca…

 

   Nota actual: En ese mismo mes de septiembre de 2009 se inauguró el tramo de peaje de la AP-1 entre Vitoria-Gasteiz y Eibar y desde la meseta esa es ahora la ruta más corta para llegar a San Sebastián. Si ahorrar 10 km respecto a la A-1 por Extegárate, a cambio de pagar casi 6 € de más, merece o no la pena, es una decisión de cada cual ha de valorar.

No obstante, desde entonces lo que hemos empezado a hacer es "ir" por la A1, vía puerto de Etxegárate, ya que es bajada y "volver" por la AP-1, puesto que apenas hay pendientes gracias a los túneles y viaductos y tampoco hay casi curvas. En fin, es cuestión de probar y luego, decidir qué hacer la siguiente vez...


Lee aquí para saber más sobre la mejor ruta para llegar a Alsacia/Alemania/Austria, (ruta noreste) o también la de París, desde la frontera de Irún, incluido en el apartado “Las mejores rutas para cruzar Francia” de esta web. Y si, además, queréis ahorrar también unos euros "extra" al repostar en Francia, haced lo mismo en este otro.

  

Mercado dominical en Orléans

 

   El sábado madrugamos mucho con idea de llegar lo antes posible a nuestro destino, La Ferté Saint Aubin, pueblo situado entre Orleáns y Lamotte-Beuvron, en la carretera D2020, la antigua RN-20, que discurre paralela a la autopista A-71. Ciertamente el viento no nos fue nada favorable, pues no paró de soplar fuerte y de frente desde la misma salida. Gajes del oficio, ¡qué le vamos a hacer!. A cambio disfrutamos de un día soleado, a pesar de que para el lunes el tiempo quería estropearse.

 

   Acampamos en el Camping “du Cosson”, a las afueras del pueblo. Es un camping sencillo, como muchos de los franceses, pero es muy tranquilo y a nosotros nos vino al pelo, porque en el pueblo de la fiesta no hay camping. La recepción cierra de 12 a 14 h. que precisamente fue a la hora que llegamos. Afortunadamente la barrera no estaba bajada y pudimos entrar sin problemas y acampar. Justo enfrente del desvío de la carretera al camping se encuentra el “château” del siglo XVIII.

 

   Como llegamos al mediodía, acampamos, comimos y pasamos la tarde paseando por Orléans, cuyo mejor monumento es su catedral gótica. Posee algunos rincones interesantes, destacando la casa de entramado donde se ubica la que pasa por haber sido en tiempos la casa de Juana de Arco, la heroína de la ciudad. El comercio cierra a las siete de la tarde.  

   

Orléans - La Catedral

 

"La casa" de Juana de Arco

   El domingo por la mañana nos acercamos de nuevo a Orléans, al mercadillo de los domingos, en la place du Marché de la Madeleine. Es un mercado fundamentalmente dedicado a la alimentación y a los productos típicos de la zona, aunque también hay varias paradas de ropa y de comida preparada, realmente apetecibles si no fuera porque teníamos pensado comer en la Feria de la Tarte Tatin…  

Marché de la Madeleine - Orléans

   

La feria de la “Tarte Tatin”

Así que, después de avituallarnos con productos típicos, pusimos rumbo a la “Foire de la Tarte Tatin”, que se celebra el segundo fin de semana de septiembre en el pueblecito de Lamotte-Beuvron -al sur de Orleáns- localidad natal de las hermanas Tatin, “inventoras” de la afamada “Tarte Tatin” que lleva su nombre y que no es otra cosa que una tarta de manzana hecha del revés. Riquísima, por supuesto.  

A la rica "Tarte Tatin"

    En la wikipedia, http://es.wikipedia.org/wiki/Tarte_Tatin, encontraréis tanto la historia como la receta de la Tarte Tatin, que empezó como una pifia y acabó en éxito descomunal.

 

   La verdad es que esperábamos mucho más de la feria, así que nos quedamos bastante decepcionados con lo que allí nos encontramos. El aspecto general del evento era bastante cutre, a pesar de celebrarse en un parque municipal bastante bonito, al lado de un canal.   

La "foire" no resultó tan bonita como esperábamos...

   La feria en cuestión se componía de varios tenderetes que ofrecían productos de la gastronomía de la zona, foies y vinos, amén, por supuesto, de las tartas Tatin, a la cual le hicimos les debidos honores, faltaría más. Había expuestos varios coches antiguos, una exposición de maquetas, un típico “vide grenier” que tanto gusta a los franceses y poco más. Un “vide grenier” es un mercadillo de viejo en el que los lugareños -y no lugareños- ponen a la venta los trastos que no quieren, libros usados y otra parafernalia. Lo mejor de todo fue ver cómo se elabora, en vivo y en directo, la Tarte Tatin, auténtica razón de ser de la fiesta.  

Preparando la "Tarte Tatin"

    No es que no fuera entretenida la cosa, pero esperábamos algo más. No sabíamos muy bien qué, pero creemos que aquello, no. Hemos estado en otras fiestas francesas y esta, desde luego, no estaba entre las mejores. Para colmo la oferta para comer in situ tampoco era ni amplia ni interesante y, finalmente, optamos por comer en el camping y dar cuenta de todo lo que habíamos comprado en el mercado de Orléans, que era mucho más sugerente que lo que por allí había. Por supuesto no quedó ni rastro de la “Tarte Tatin” que habíamos comprado. Deliciosa.

 

Escapada a Blois, en el Valle del Loira

   Como la feria había cundido en tiempo mucho menos de lo esperado, después del café y de la sobremesa decidimos acercarnos, para rematar la tarde, a Blois, la ciudad a orillas del Loira, a 60 km. de Lamotte-Beuvron por carreteras secundarias, mucho más atractivas que la autopista. ¡A fin de cuentas estábamos en pleno Valle del Loira!  

Blois - Puente medieval sobre el Loira

   Aunque era domingo y sabíamos que la ciudad estaría casi “muerta”, su castillo y sus calles medievales eran un atractivo más que suficiente para terminar la jornada dando un paseo por Blois. Y así lo hicimos. Y es que muchas veces los domingos plantean serios problemas. Pincha aquí para saber un poco más de “cómo manejar” los domingos y días festivos para que no nos hagan mucho la pascua al planificar el itinerario.   

   

Blois, la fachada posterior del castillo

 

La famosa escalera del castillo

  

La ruta desde el Valle del Loira al sur de Alemania

    Para el lunes nos aguardaba una larga etapa de 750 km. hasta Tübingen, en la todavía lejana Alemania. Allí nos encontraríamos con Pepe y Nany, nuestros amigos castellonenses, compañeros de tantos y tantos viajes.

 

   Tübingen, ciudad universitaria con un bonito centro medieval, se encuentra muy cerca de la gran urbe de Stuttgart. Su monumento más famoso es el “Rathaus”, el ayuntamiento renacentista. Tübingen es una de esas ciudades que no sabes muy porqué, pero un día se te antoja ver y no paras hasta que lo consigues, y eso es lo que me pasó a mi. Así que decidí saldar mi “empeño” con ella y la incluimos en el itinerario.

 

   El viaje transcurrió sin problemas hasta Tübingen, salvo el diluvio que nos cayó ya en territorio alemán. La verdad es que desde Orléans la ruta hasta Alsacia y Stuttgart es un poco enrevesada, alternando autopistas de peaje, autovías gratuitas y algo de carretera convencional, pero era lo que había.

 

   Eso sí, “estrenamos” el recientemente inaugurado tramo de la autopista A-19 entre Artenay y Courtenay, hasta llegar a Troyes. Y mientras tanto seguimos padeciendo un tremendo viento frontal que parecía no querer darnos ni un respiro en todo el viaje.

 

   El coste del peaje hasta Troyes fue de 21,30 € sin recargo, pues nuestra caravana no lo paga al no superar los dos metros de altura en circulación. Manolo, en cambio, pagó por el mismo recorrido unos 32 €, pues a los vehículos clase 2 -los que superan 2 metros de altura- el recargo ronda el 50% sobre la tarifa normal de los turismos. Leer más sobre los peajes en Francia y resto de Europa.

 

   Al llegar a Troyes, dejamos la autopista y tras circunvalar la ciudad, tomamos la carretera D-960 que se dirige a Montier en Der, donde repostamos en la gasolinera del supermercado Intermarché, que permite el acceso con la caravana con alguna que otra estrechez. Es una carretera tranquila, bastante buena, que pasa por unos paisajes realmente bonitos. Una vez en St. Dizier pusimos rumbo a Saverne, cerca de Estrasburgo, vía Nancy. Todo ese tramo se realiza por autovías y autopistas gratuitas. Cerca de Saverne retomamos la autopista de peaje A-4, (3,20 €), hasta las proximidades de Haguenau, donde volvimos a repostar en otro Intermarché, con bastante mejor acceso.

 

   Normalmente me gusta planificar los repostajes del recorrido, haciéndolos coincidir con momentos de descanso y buscando surtidores baratos, pues las diferencias de precios en Francia, como ya he comentado, son notables respecto a las gasolineras de autopista.

 

   Teniendo en cuenta que viajamos con una caravana detrás, no todas las gasolineras de supermercados son fácilmente accesibles con el remolque detrás, así que utilizo el Google Maps para “visualizar” vía satélite si el lugar parece o no apto para repostar en él. Y el truco funciona. También me valgo de la utilísima web francesa www.zagaz.com en la que se informa de las gasolineras francesas y sus precios. Si no lo has hecho antes, lee más sobre cómo repostar barato en Francia, pinchando aquí. 

En Alemania. Esa caravana es la nuestra...

 

   Desde Haguenau seguimos la carretera hasta la frontera alemana próxima a Baden Baden, para tomar allí la autopista A-5 alemana. Las autopistas alemanas son gratuitas, pero circulando con caravana hay que tener en cuenta que, en muchos tramos de dos carriles, entre las 6 de la mañana y las 18-20 horas (las horas varían según las autopistas) tienen restringido el permiso para adelantar. Lo mismo les pasa a los camiones. Es una medida enervante, pero supongo que su intención es no perjudicar demasiado a la fluidez del tráfico. Leer más sobre esta cuestión y otras peculiaridades alemanas que conviene conocer, como el “Mittagruhe”.

 

La "placa medioambiental" alemana

    Por cierto, la “última peculiaridad” que los alemanes se han sacado de la chistera es “la placa medioambiental” para entrar en muchas de las ciudades del país, declaradas “zonas de protección medioambiental”. Si queremos estar a tono con la normativa y ahorrarnos multas de 40 € por incumplirla, hemos de solicitar a Alemania, vía Internet, y previamente a nuestra salida, el distintivo que indicará el nivel contaminante de nuestro vehículo y que determinará nuestra capacidad de acceso libre a dichas zonas. Es necesario enviar copia de la documentación del coche y, en función de su nivel contaminante, se le facilitará una placa verde, amarilla o roja, previo pago, por supuesto, con tarjeta de crédito. Esta placa será válida para toda la vida de la matrícula del coche. Y advierten que, para transitar por el país no es necesario disponer de ella, salvo para acceder a las zonas específicamente señalizadas como especialmente protegidas, o sea, a las principales ciudades.

 

   El mapa con dichas ciudades y con el resto de información al respecto la encontraréis pinchando en esta web: www.umwelt-plakette.de/int_spanien.php , en español.

 

      Lo más curioso es que existen dos modalidades, con diferente precio. Si la matrícula la queremos en letra de imprenta cuesta más caro que si la matrícula de nuestro coche la escriben a mano.

 

      Nosotros, junto a un amigo, la pedimos a finales de 2010 para el viaje a la Selva Negra en navidad.

 

      Por último y teniendo en cuenta que la pegatina la estaremos viendo durante toda la vida del coche, aunque nos pareciera un poco abusivo que cobren por hacerla bien, preferimos pagar un poco más y tenerla bonita, porque la que hacen a mano es realmente cutre. Veamos el resultado y juzgad vosotros mismos... 

La nuestra es más bonita, pero contra gustos...

 

Y en Tübingen nos reunimos con Pepe y Nany

    Y una vez hecho el inciso, volvamos al relato del viaje. A las siete y cuarto de la tarde entramos en el “Neckarcamping Tübingen” y nos dimos un abrazo con los amigos castellonenses que nos estaban esperando. El camping está a las afueras de la ciudad, junto al río Neckar y, como todo buen camping alemán que se precie, tiene unos buenos servicios y un pequeño restaurante. www.neckarcamping.de

 

   El plan para el día siguiente era pasar la mañana paseando por Tübingen y la tarde en Ulm, -ciudad natal de Einstein-  otro de mis antojos, cuya visita ya se me había escapado en otras ocasiones que anduvimos por la zona.

  

Tübingen y Ulm: ayuntamientos medievales.

 

   La mañana del martes, que se sujetó sin llover, la pasamos dando una vuelta por el casco medieval de Tübingen, en el cual destaca su espléndido ayuntamiento, con la fachada totalmente decorada. Abundan los edificios de entramado de madera y resulta agradable pasear por sus calles, pues es una ciudad pequeña y tranquila. En Tübingen, así que se terció, iniciamos “la ruta del bratswurst -la salchicha asada- y la cerveza”, comiendo de pie en una de esas tabernas, con mostrador a la calle, tan típicas de Alemania. Y a unos precios de derribo que no volvimos a ver en todo el viaje. 

 

La primera cerveza alemana del viaje

 

  

 

El ayuntamiento de Tübingen

 

 Como éramos siete en total, después de comer, a bordo de la Mercedes Viano de Manolo y Pili, nos fuimos a Ulm, la ciudad natal de Einstein, que se caracteriza por su espectacular catedral gótica -con una de las agujas más altas del mundo, de 161 m. de altura- y su fantástico ayuntamiento del siglo XIV, perfectamente decorado con pinturas en toda su fachada, que incluye su famoso reloj astronómico.  

 

   

Ulm. El reloj astronómico

 

El Rathaus (Ayuntamiento)

 

   También sobresale por su encanto el “Fischer und Gerberviertel” (El barrio de los artesanos) con sus callejuelas y casas de entramado junto al Danubio. El resto de la ciudad apenas tiene interés porque tras los estragos de la guerra, se reconstruyó en estilo moderno. No obstante su zona medieval justifica sobradamente la visita a la ciudad. Al menos para mi, que tras dos intentos fallidos de visita a Ulm, a la tercera fue la vencida. Y valió la pena. 

 

   

Ulm. Fischer und Gerberviertel

 

Ulm. La muralla junto al Danubio

 

   Regresamos a Tübingen, a casi 100 km. de distancia, por la autopista A-8, aunque a la ida hubiéramos optado por hacer la ruta por la serpenteante carretera que discurre entre colinas.

  

¿Y Stuttgart, qué?

  Aunque Stuttgart es otro de los destinos a tener en cuenta -especialmente para visitar los renovados museos de Mercedes y Porsche- no la incluimos en el itinerario de este viaje, pues aunque ya la conocíamos de otro viaje, teníamos nuevamente reservada la visita para unos meses más tarde. En el ya tradicional viaje de diciembre de casi todos los años a la navidad alsaciana y alemana, no queríamos perdernos el enorme mercadillo navideño de Stuttgart, así que la visita quedó aplazada unos meses más. Y lo cumplimos. 

 

   Nota: Y a fe que valió la pena esperar un poco, pues el mercadillo navideño es precioso. Abarca varias plazas y calles y se disfruta un montón, pues las casetas están deliciosamente decoradas y la oferta tanto gastronómica como artesana es tremenda. Y con buenos precios. Por la mañana visitamos el fantástico Museo Mercedes, que ha sido recientemente renovado. ¡Menuda diferencia con el anterior!. Lástima que el tiempo no dio más de sí para ver también el de Porsche, que también es nuevecito, pero era eso o el mercadillo y nos quedamos con las salchichas, el Glühwein -el vino caliente típico de esas fechas- y la cervecita…

 En breve estará disponible el relato de este viaje navideño.

 

Y llegamos a Munich...

¡Al infausto camping “Munich Obermenzing”!

 

   La “Oktoberfest” daría comienzo el sábado 19 de septiembre, pero nos planteamos llegar a Munich lo antes posible, por varias razones. La primera era poder acampar sin problemas de plaza, ante la previsible avalancha de visitantes, en el camping que habíamos elegido: el “Campingplatz Obermenzing”, a las afueras de la capital bávara, pues no aceptan reservas.

 

   La segunda razón era consecuencia directa de la primera y también de la fecha de inicio de la Oktoberfest y no era otra que poder recorrer algunos de los interesantes alrededores de Munich, pues por falta de tiempo no podríamos hacerlo después de comenzada la fiesta cervecera.

 

   A priori el “Campingplatz Obermenzing” era el candidato ideal, pues dispone de autobús en la puerta del camping a la estación del S-Bahn del pueblo de Untermenzing, el “tren-metro” de cercanías, que trasladaría directamente al centro de Munich, pues a la Oktoberfest no es conveniente plantearse ir en coche privado. Apenas hay aparcamientos en los alrededores del ferial y, por razones obvias tampoco sería una buena idea coger el volante después de asistir a una fiesta donde la cerveza lo es todo.

 

   El trayecto en bus dura unos cinco minutos y pasa cada veinte. Otros veinte minutos de S-Bahn nos dejarán en la Marienplatz de Munich, la plaza del ayuntamiento y centro neurálgico de la ciudad. Desde Marienplatz, haremos el transbordo y dos estaciones de metro más adelante, estaremos en la Oktoberfest. Es decir, la combinación en transporte público desde el camping era más que interesante.

 

   El camping está abierto todo el día y un poco antes de mediodía nos registramos. Ese miércoles aún estaba muy vacío, incluso menos de lo esperado. En la zona especialmente destinada a caravanas -parcelada con árboles- no había tres plazas libres consecutivas y nos dirigimos a otra zona, más abierta, donde había un par de caravanas instaladas en uno de los dos lados del aquel parterre. El otro, de unos 30x20 metros, estaba vacío y nos pareció amplio y estupendo. Así que nos dispusimos a acampar, pero entonces empezaron los problemas…

 

   Nuestra caravana ya estaba desenganchada cuando en una vespa se personó un tipo totalmente desagradable, antipático donde los haya, que en alemán y de muy malos modos nos dijo que nada de acampar “en U” como pensábamos y teníamos que colocar las tres caravanas en fila y bien pegaditas al lateral de la superparcela.

 

   Y allí tuve mi bautismo de discusión en alemán, pues mi dominio de la lengua de Goethe todavía es precario. Una vez superada la primera sorpresa por su intempestiva interrupción, lógicamente le pedí explicaciones por aquello, pues el camping estaba prácticamente vacío y al otro lado del terreno había un par de caravanas ampliamente instaladas, con sus toldos y todo y en recepción nadie nos había advertido que no pudiéramos instalarnos donde nos pareciera conveniente. Pero el cancerbero no se daba a razones y se limitaba a repetir gesticulando airadamente: “Kein diskussion” (nada de discusiones) y señalando el lugar donde pretendía colocarnos, gritando “Eins, zwei, drei” (Un, dos, tres) pretendiendo indicarnos el modo en cómo debíamos dejar las tres caravanas. Después de la tormenta, las dichosas frasecitas y los gestos de aquel energúmeno, nos dieron mucho juego y aún nos reímos al recordarlo, pero en aquel momento os aseguro que risas, para nada. 

 

   Al preguntarle el porqué de ese empeño en colocarnos a su manera, al final conseguí que me explicara que se acercaba la Oktoberfest y que en aquel cacho de terreno pensaban instalar nada menos que… ¡quince caravanas y autocaravanas!. No salía de mi asombro cuando lo oí.

 

   Evidentemente no nos habíamos tomado tanto empeño en llegar un miércoles al camping de Munich para tragar con aquello sin más, estando además semi-vacío como estaba. Entonces le planteé trasladarnos a la zona de caravanas, aunque no estuviéramos en plazas adyacentes, pues había plazas libres, pero con aquel troglodita era imposible razonar. Se negó rotundamente y siguió con su “Kein diskussion” y su “Eins, zwei, drei”. Era una situación tan surrealista como desagradablemente real. Ah, y para colmo, según nos dijo, a partir del sábado los coches deberían dejarse en el parking exterior.

 

   Estaba claro que el sujeto -que era un borde de tomo y lomo, pero no tonto del todo- vio el cielo abierto con nosotros, pues al ser tres caravanas e ir juntos éramos perfectos para colocarnos bien puestecitos uno detrás del otro y así liberar tres huecos para gente que viniera sola. Por eso se negó en rotundo a dejarnos colocar en otro lugar que no fuera aquél. O sea, que pagamos muy caro no habernos instalado en las parcelas para caravanas de buenas a primeras, pero claro, si no te dicen nada al entrar...

 

  Como no pensaba dejar aquello así, me fui a hablar inmediatamente con el recepcionista, pues en ningún momento nos dijo que no pudiéramos instalarnos donde quisiéramos. Le conté, en inglés, el desagradable encuentro con el celoso guardián del castillo y me dijo que podíamos trasladarnos a las otras parcelas libres, llevándose el dedo a la sien al referirse al de la vespa, meneándolo, como diciendo “ni caso al payaso”.

 

   Pero me temo que el cancerbero no fuera “tan payaso” como quiso hacerme creer el chico de recepción, pues el sujeto le soltó una parrafada, en alemán por supuesto, e inmediatamente el chico cambió radicalmente su discurso anterior y entonces, mira por donde, ya no se podía acampar en el otro lado…; Entresacando algunas palabras, pude entender que el troglodita le decía que si no estábamos conformes con lo que había, ya sabíamos donde estaba la puerta… Después de aquello ya estaba claro que allí ya no había nada más que rascar.

 

  No obstante, por si acaso, les pregunté qué distancia iba a dejar entre caravana y caravana, una vez hubieran embutido el montón de elementos de acampada en aquel trozo de tierra que, por lo visto era más preciada que el oro. Dos metros, centímetro arriba, centímetro abajo, fue la respuesta del de la vespa, que estaba visto que era el “Sheriff” del lugar.  

Después del "Eins, zwei, drei..." ¡Toldos abiertos!

   Todavía con el mal cuerpo causado por el despropósito vivido y llegados a ese punto, las opciones ya sólo eran tragar con la ley del embudo o darles un corte de mangas y marcharnos con viento fresco. Si por Pepe hubiera sido nos hubiéramos ido inmediatamente y al resto tampoco nos faltaban ganas, la verdad, pero lo cierto es que con tanta tontería ya habíamos perdido más de hora y media y la perspectiva de ponernos a buscar otro camping no acababa de seducirnos, pues, de entrada, eso nos impediría ir esa tarde a Augsburgo, al menos con el tiempo suficiente para encontrar la ciudad “con vida”, antes del cierre del comercio.

 

   Desde luego sin la Oktoberfest en el horizonte -con todo lo que implica de uso de transporte público- no hubiéramos dudado ni un instante en salir pitando de aquel lugar tan poco amable. Sin embargo como no teníamos previsto ningún camping alternativo que nos asegurase unas buenas comunicaciones al centro de Munich, muy a nuestro pesar hicimos de tripas corazón y nos instalamos “eins, zwie, drei”. Aunque eso sí, ¡desplegamos los toldos a tope!, para asegurarnos, al menos, “los dos metros de seguridad” con una hipotético vecino, pues nos temíamos una jugarreta del “amigote de la vespa”. Y, por supuesto, no sacamos los coches al parking ningún día. ¡Estaría bueno!.

 

   Y menos mal, porque hasta el viernes no hubo problemas de espacio, pero el fin de semana se llenó el camping y cuando volvimos por la noche, nos encontramos dos autocaravanas literalmente pegadas a los toldos… 

 

Y gracias al toldo, que si no ni nos dejan abrir la puerta...

 

   Es más, un par de noches después, el dueño del camping pasó por allí y nos preguntó qué tal estábamos y que si la “discoteca” que un campamento de decenas de tiendas inglesas tenía montada, nos molestaba. Yo le dije que había un cartel que decía que a las 22 h. era hora de silencio y me contestó que sí, pero el resto del año, que durante la Oktoberfest, pues ya se sabía, pero que, en cualquier caso, a medianoche debían callarse. No lo hicieron ningún día, pues lo normal fue que el ruido durase hasta la una, más o menos. 

 

Amontonamiento en el camping Obermenzing

 

   No obstante aproveché para preguntarle si el sábado debíamos sacar los coches al parking tal y como nos había dicho el amiguete de la vespa. ¡Teníais que haber visto la cara de asombro que puso el tío ante tal pregunta!. “¿Por qué?, me preguntó y yo le conté lo que había pasado con su subordinado. Nos dijo que no, que no había que sacar los coches (o sea, una “gracieta” más del energúmeno de la moto) y respecto a la obligación de habernos tenido que instalar allí, pues intentó escabullir el bulto sin dejar en feo al de la vespa. En fin, que cada cual saque sus conclusiones… pero a nosotros no volverán a vernos...

 

 

Mejor elegid otro camping que no sea el “Munich Obermenzing”…

    De todas maneras sí os recomendamos que, ante una futura visita a la Oktoberfest, os busquéis otro camping, no es sólo por lo sucedido con el “simpático de la vespa” si no, fundamentalmente, porque durante esos días el desmadre campa a sus anchas por ese camping, sin que la norma de silencio a las 22 h. -que, como hemos visto, normalmente se cumple a rajatabla- sirva de nada.

 

   Suponemos, en vista de lo vivido durante los días de la fiesta de la cerveza, que el ruido, las borracheras, el aroma a “maría” y la música a todo trapo son la tónica durante la “Oktoberfest”, en ese y en los otros camping de los alrededores de la ciudad, incluso con el placet de los responsables del camping, pero si encontráis otro camping también bien conectado con el centro de Munich, no os lo penséis. ¡Por poco amables que puedan ser, seguro que lo son más que en el “Obermenzing”!. Y, para colmo, durante la Oktoberfest la tarifa sube inversamente proporcional al deterioro del nivel de los servicios del camping, pues del estado de los sanitarios mejor ni hablemos…

 

   Evidentemente ignoramos la situación en los otros camping de la zona, pero es fácil suponer que la situación, en general, no será muy diferente, pues la Oktoberfest atrae a mucha gente al camping, la mayoría jóvenes con ganas de juerga y la música y “las trompas” se vuelven moneda corriente en esos días. Hay que asumirlo... y padecerlo.

 

   Quien no esté dispuesto a soportar todos esos inconvenientes y quiera disfrutar de la fiesta de la cerveza sin demasiadas molestias, quizá deba plantearse buscar un camping bien conectado con la red S-Bahn de trenes rápidos de cercanías, pero lo bastante alejado de Munich para no sufrir esos inconvenientes, aunque eso suponga invertir algo más de tiempo en los desplazamientos, claro. En fin, que cada cual lo valore y...

 

   Después de todo, la experiencia no fue tan mala como había empezado, pues de las seis noches que allí estuvimos, sólo las del fin de semana fueron realmente fastidiosas, lo que no quita para que la valoración general fuera muy deficiente.  En cualquier caso, si volvemos algún día a Munich, desde luego no repetiremos en ese camping.

  

Y tras “la tormenta”, en Augsburg llegó la calma.

 

   Pero volvamos a aquel agitado miércoles. Una vez instalados y con ganas de olvidar de plano el mal rato pasado con el impresentable aquél, comimos en el camping. Echamos unas risas imitando al del “Eins, zwei, drei”  y nos fuimos a pasar la tarde a Augsburgo, ciudad fundada por el emperador Augusto, con un casco antiguo barroco más que interesante y con notables edificios jalonando la “Maximilianstrasse”, la principal arteria de la ciudad, con sus tres grandes fuentes monumentales. Hoy en día seguimos riéndonos del "amigo de la moto" cada vez que sale el tema, así que, después de todo, nos ha dado mucho juego... 

 

Augsburg. La Maximilianstrasse

 

   El otro gran punto de interés de Augsburgo es el “Fuggerei”, el barrio de casitas para gente pobre, fundada por la familia Fugger en el siglo XV y que pasa por haber sido la primera ONG de la historia. En la actualidad es un conjunto de casas y callecitas muy tranquilas, a las cuales se accede a través de una arcada porticada. A las ocho cierran la puerta, así que hay que visitar el Fuggerei antes de esa hora. 

 

Augsburg. El Fuggerei

 

  

Los billetes de transporte público a Munich.

    El jueves amaneció muy lluvioso y optamos por tomarnos la mañana con un relax inusual. Primero nos acercamos a la estación del S-Bahn de Untermenzing a comprar los billetes de transporte público, a fin de disponer de ellos al día siguiente, cuando cogiéramos el autobús a la puerta del camping para ir a la inauguración de la Oktoberfest. No recuerdo bien si en el mismo autobús se pueden comprar todos los tipos de billete posibles, pero como en aquel momento pensábamos que no, pues por eso preferimos adquirirlos con antelación.

 

   La verdad es que la mayoría de ciudades alemanas tienen mucho cuidado en facilitar el uso del transporte público. Especialmente interesante es el billete de tres días para cinco personas (los niños hasta 15 años valen por “medio pasajero”) por sólo 21 €, (22 € en 2010), lo que está fenomenal, pues abarca todo tipo de medio de transporte en la zona. Eso sí, hay que tener en cuenta que los precios van en función de las distintas zonas de tarificación, por lo que hay que asegurarse de ello antes de comprar los billetes. Pinchad en el enlace para ver, en castellano, los precios de los billetes:  www.mvv-muenchen.de/es/home/billetes/precios/index.html

 

   Digamos que durante toda la estancia en Munich no pasamos ningún control de billetes, sin embargo en Stuttgart, en las navidades siguientes, sí pasó el revisor por el S-Bahn, por lo que no recomendamos pasarnos de listos en ese sentido.

 

   Otra opción de transporte al centro que puede ser también interesante, especialmente si se elige un camping alejado de la ciudad, es aparcar el coche en uno de los muchos P+R que rodean Munich -aparcamientos disuasorios, a muy bajo precio, situados junto a una estación y cerca de autopistas- y trasladarse después en el metro o en el S-Bahn al centro de la ciudad. En esta web encontraréis información al respecto: www.parkundride.de/de/03anlagen/

  

Un jueves tranquilo con sorpresa final.

    Después de comprar los billetes y dado que llovía de lo lindo, nos avituallamos de especialidades alemanas en el supermercado y bajo el toldo nos dimos un festín. Después del café, el tiempo nos dio un respiro y salimos rumbo a la bonita ciudad medieval de Landshut, a 70 km de distancia.

 

   Landshut es una ciudad con preciosas fachadas de los siglos XV y XVI y en cuya iglesia alberga una curiosidad única en Alemania, ¡una vidriera en la que aparece un soldado sospechosamente parecido a Hitler!. Los viernes, de 8 a 12 horas, es día de mercado. También tiene un castillo que guarda la ciudad desde lo alto de la colina. 

 

   

Landshut

 

¿Hitler camuflado?

 

   Eran casi las seis de la tarde y optamos por dejar la visita a Wasserburg para mejor ocasión, pues “la ciudad del meandro del Inn” no estaba precisamente cerca y llegaríamos justo a la hora del cierre del comercio, a las 19 horas. Así que una vez visto Landshut, optamos por regresar a Munich, pero entonces… ¡surgió la gran sorpresa del día!.

  

Y, de pronto, nos topamos con una “Oktoberfest” en miniatura…

    Al ver en la autopista A-92 el cartel que indicaba “Moosburg, ciudad histórica”, decidimos entrar y hacerle una visita, ya que “pasábamos por allí”… ¡Y menudo acierto tuvimos, porque, inesperadamente, nos encontramos con una “Oktoberfest” en miniatura! Así, de sopetón.

 

  La pequeña ciudad estaba en fiestas y allí tenían montada su carpa de la cervecera “Landshuter Bier”, con sus camareras (algunas tenían pinta de haber sido ya mozas en la segunda guerra mundial) cargadas de enormes jarras de cerveza, con su orquesta, sus codillos asados, sus salchichas, sus “bretzel” -el pan salado típico- y demás parafernalia “oktoberfestera”. Además, por supuesto, de las consabidas atracciones de feria y de los chiringuitos de comidas varias que no pueden faltar en ninguna farra teutona. 

 

   

Moosburg. "La Mini-Oktoberfest"

 

Para ir abriendo boca...

 

   ¡Aquel hallazgo sí que nos alegró el fin del día!. Allí nos estrenamos con las jarras de cerveza de un litro -a sólo 5,5 € contra los 8 € de la “Oktoberfest” “de veras”, lo que no es moco de pavo- y con las salchichas y los codillos asados entre otros “entretenimientos”. Lástima que el pobre Manolo tuviera que conformarse a base de cerveza “sin”… ¡gajes de ser “el chófer” del grupo!.

 

   La carpa, decorada al uso, como es habitual, estaba llena de mesas corridas, las cuales eran atendidas por el “batallón de jovencitas”, pues la bebida la sirven personalmente, tanto las cervezas (de litro) como otros refrescos. En Moosburg no ocurría  lo mismo con la comida, que cada cual había de procurarse en los diversos puestos que había dentro de la misma carpa. Una orquesta muy cachonda amenizaba la velada.

 

   La verdad es que disfrutamos mucho más esta “mini-oktoberfest” que “su hermana mayor muniquesa”, pues tenía una escala “mucho más humana” y mucho más agradable, como ya veremos cuando contemos la experiencia en la fiesta de la cerveza “de verdad”. Realmente encontrarnos con aquello fue un auténtico puntazo.

  

Recorriendo los Álpes bávaros

     Con lo que había llovido el jueves, nos temíamos que la visita a los pueblecitos alpinos estuviera igual de pasada por agua que en la anterior visita. Pero no. Estaba visto que, tras la sorpresa de la “mini-oktoberfest” de Moosburg, los hados se habían puesto ya de nuestra parte y nos ofrecieron un día espléndido de sol y cielo azul de postal. Otro “regalo” más…

 

   En la ruta entre Munich e Innsbruck, capital del Tirol austríaco, hay una serie de pueblos realmente maravillosos, con sus floridos balcones de madera y fantásticas pinturas murales en sus fachadas, enclavados en mitad de un paisaje alpino espectacular.

 

   La primera parada fue en la bonita Oberammergau, con montones de casas con las fachadas decoradas con escenas típicas, muchas de ellas con comercios dedicados a las tallas de madera. Es un pueblo muy turístico, pero realmente encantador. 

 

   

Oberammergau

 

Más Oberammergau

 

  

   

La Pilatus Haus

 

Flores en Oberammergau

 

 De camino a Mittenwald, otro de los hitos de la jornada, nos detuvimos en Garmisch-Partenkirchen, localidad famosa por ser la sede de los saltos de esquí el día de Año Nuevo. 

 

   

Garmisch Partenkirchen

 

El Zugspitz, el pico más alto de Alemania

 

   El pueblo en sí no vale gran cosa, pero sí que vale la pena hacer una parada en el estadio olímpico edificado por Hitler para los juegos de invierno del ’36. La entrada es libre y se puede observar tanto el antiguo trampolín de saltos, como el nuevo y gigantesco trampolín inaugurado hace pocos años.

 

  Unos kilómetros más allá, casi en la frontera austríaca, se encuentra Mittenwald, otra preciosidad de pueblo. Su calle principal, llena de terrazas y fachadas pintadas es como un museo al aire libre. El pueblo está especializado en la construcción de violines y en una placita que hay detrás de la iglesia encontraréis un enorme violín en mitad de una rotonda. 

 

La calle principal de Mittenwald

 

 

Fachadas pintadas en Mittenwald

 

 

¡Y llegó la hora de la Oktoberfest!... La cabalgata de carretas cerveceras.

    Y por fin llegó la “Oktoberfest”, la razón del viaje. Por fin iba a comenzar la mundialmente famosa fiesta de la cerveza.

 

  Aunque oficialmente la “Oktoberfest” da comienzo cuando a las doce en punto del sábado, el alcalde de Munich abre el primer barril de cerveza en la carpa de la cervecera “Schottenhamel”, pronunciando las palabras rituales: “O 'zapft is!”; la “Cabalgata de carretas cerveceras”, que precede al evento del barril, es mucho más interesante y accesible para el visitante. La web oficial de la Oktoberfest es www.oktoberfest.de/en/ 

 

La Cabalgata inaugural de la Oktoberfest

 

   La “Cabalgata de carretas cerveceras” es uno de los hitos de la fiesta y sólo se celebra el sábado de la inauguración. El desfile es muy vistoso, con decenas de bandas de música ataviadas con los trajes típicos y, como no, carros espléndidamente decorados de las marcas de cerveza bávara más famosas: Löwenbräu, Hofbräuhaus, Paulaner, etc. Dura unos 45 minutos y sale de la avenida Sonnenstrasse, cerca de la Hauptbanhof (Estación Central) para terminar en el recinto ferial, en Theresienwiese. Suele comenzar a las 10,45 h. y son bastante puntuales, aunque recomendamos confirmar antes la hora de inicio. En la web del ayuntamiento de Munich viene toda la información al respecto: www.muenchen.de/Tourismus/Oktoberfest/89552/index.html/ 

 

Desfilando por la Sonnenstrasse...

 

   Como esta cabalgata es un evento que atrae a muchísima gente, recomendamos estar a pie de calle al menos media hora antes de que pase por ese lugar, pues sería una pena no poder verla bien. Nosotros la vimos desde la misma avenida Sonnenstrasse, que por ser muy larga y ancha, se les ve venir perfectamente. El reportaje fotográfico lo agradecerá sin duda. 

 


 

 

   

La de jarras que servirán...

 

Carrozas a todo trapo...

 

 

 

   

Baviera en estado puro.

 

El cuidador iba a juego...

 

  

Cita en la Haupbahnhof y comida en el Viktualienmarkt.

    A las doce y media, ya terminada la cabalgata, volvimos a la Hauptbanhof -la Estación Central- para encontrarnos con nuestras amigas Gloria e Isabel, que habían llegado en avión unas horas antes y se habían trasladado a Munich desde el aeropuerto en el S-Bahn. Dejaron el equipaje en una de las taquillas de consigna, para recogerlo después, de regreso al camping.  

 

Munich. El "Viktualienmarkt"

 

   Una vez reunidos, cogimos el metro hasta Marienplatz, la plaza del ayuntamiento y centro neurálgico de Munich. Muy cerca se encuentra el “Viktualienmarkt”, el mercado de abastos de Munich, con unos espléndidos puestos de alimentación al aire libre. Abundan los lugares donde comer y dispone de un pequeño “biergarten” -literalmente, “jardín de cerveza”- que no es otra cosa que un grupo de mesas corridas, bajo una arboleda, donde tomarse una cerveza o comer alguna cosa… ¡si se encuentra un sitio libre, claro!. Algo que no sucedió en las dos veces que pasamos por allí. No problem... ¡comimos de pie en uno de los garitos de la plaza!. 

 

Imposible pillar mesa en el "Biergarten"...

 

   Aunque la Oktoberfest ya estaba inaugurada, al ser sábado y coincidir con el primer día de fiesta, optamos por dedicar la tarde a recorrer Munich y dejar la Oktoberfest para el día siguiente, pues si la fiesta es importante, la ciudad también. 

 

Munich "respira" cerveza. Si bebesss... ¡pedalea!

 

 

   

Munich. El ayuntamiento "nuevo"...

 

... y el viejo.

 

 

La “Cabalgata de Fusileros y Trajes Típicos”.

    El primer domingo de la Oktoberfest es otro de los días clave de todo el calendario festivo, pues ese día se celebra la “Cabalgata de Fusileros y Trajes Típicos”, la “macro-cabalgata”, el no va más de toda la fiesta y que, al igual que la cabalgata de carrozas, sólo se celebra ese día. 

 

La cabra es de verdad...

 

   Mucho más larga que la del sábado -dura dos horas y media- discurre por gran parte del centro de la ciudad y también termina en Theresienwiese, en el recinto ferial. La verdad es que después de haber visto la cabalgata del día anterior -aquí vuelven a salir los mismos carros y las mismas bandas de música- eso sí, todo multiplicado por equis, porque sale hasta el apuntado, ésta se hace un poco pesada. La primera hora se pasa muy a gusto, pero no resistimos más de hora y media de desfile, pues, como ya hemos dicho, cansa un poco ver tanto traje típico uno tras otro. Ya se sabe que lo bueno, si breve, dos veces bueno. 

 

   

Mucha gente...

 

y poca visibilidad. Luego se puso a tope.

 

   Vimos el desfile desde Karlplatz, que salvo que lleguéis muy temprano y pilléis un buen sitio, no es muy buena ubicación que digamos. Si lo hubiéramos sabido, nos hubiéramos colocado en Sonnenstrasse, la avenida del día anterior, que es mucho mejor elección. 

 

No podían faltar los fusileros.

 

 

Paseo por el Munich monumental y

comida en la cervecería “Hacker - Pschorr”.

    Un poco saturados de tanto desfile, hicimos una ruta a pie por el Munich monumental: Königsplatz, Odeonplatz, la iglesia real de St. Cajetan y la Residenz, el palacio real, para terminar nuevamente en el Viktualienmarkt, que por ser domingo, estaba cerrado. 

 

 

St. Cajetan - San Cayetano

 

  En una esquina se encuentra la cervecería “Hacker-Pschorr”, tan bonita por dentro como por fuera. Comer o cenar en una “bräuerei” alemana es una experiencia que nadie debiera perderse en un viaje a Alemania. Se come de maravilla, generalmente un plato único de carne o pescado con guarnición. La jarra de medio litro de cerveza suele rondar los 3-4 €, dependiendo del lugar. A modo orientativo digamos que salimos a unos 20 € por cabeza, repitiendo cerveza, lo que está más que bien. ¡A fin de cuentas aquello también era un poco “Oktoberfest”!. 

 

Fantástica comida en "Hacker-Pschorr"

 

  Después de comer continuamos la visita a Munich, echando un vistazo por la renombrada e histórica cervecería “Hofbräuhaus”, famosa por ser el lugar de inicio de los disturbios nazis, que llevaron a Hitler a la cárcel, antes de que alcanzara el poder en las urnas, claro. Y uno de los “monumentos” turísticos de Munich. 

 

   

La "Hofbräufaus"

 

Productos de la "Hofbräufaus"

 

 

Aquí Hitler se montó su golpe de estado de opereta...

 

 

¡Y por fin pisamos la Oktoberfest!.

  Y llegó la hora de pisar la Oktoberfest. A media tarde cogimos el metro en Marienplatz y en sólo dos paradas -líneas U4 y U5- estábamos en Theresienwiese, el recinto ferial. La salida del metro desemboca directamente en la feria, que estaba literalmente abarrotada de gente. 

 

La Oktoberfest de Munich

 

   Como ya nos habíamos informado previamente sobre el evento, tanto por amigos que habían estado otras veces, como en Internet, no nos sorprendió nada lo que allí nos encontramos. En esencia la Oktoberfest no es más que una gigantesca “fiesta mayor”, cuyo elemento “distintivo” respecto “a las normales” son las enormes carpas de las cerveceras, muy bonitas, eso sí, donde por cierto resulta complicadísimo conseguir mesa, salvo por la mañana… 

 


 

   Puede que un factor determinante de nuestro moderado entusiasmo ante lo que se nos ofrecía ante los ojos, fuera el hecho de que ya hemos conocido muchas “ferias” alemanas, tanto en navidades como en verano, lo que ayudaba a que todo resultara demasiado “familiar”, demasiado visto. Y después de la gratificante experiencia vivida en la “mini-oktoberfest”, tanto gentío le quitaba mucho encanto al asunto. Pero bueno, para bien o para mal, la Oktoberfest es así y así hay que cogerla.

 

   Seguramente quien visite Alemania y la Oktoberfest por vez primera recibirá una impresión mucho más impactante y favorable, pues tanto el ambiente y las carpas de las cerveceras, como los puestos en general  son muy espectaculares.  

 

La Hacker Festzelt

 

   El otro factor determinante de nuestro “escepticismo” era seguramente debido a la propia “megalomanía” del evento. Demasiada gente, demasiado ruido, demasiado follón y sobre todo, demasiadas dificultades para encontrar un sitio donde beberse una cerveza y comer algo a gusto, sin agobios. 

 

Las casetas son verdaderamente bonitas

 

  Por eso nos encantó la “mini-oktoberfest” que encontramos en Moosburg. La disfrutamos, puede que por la sorpresa, pero también porque era lo mismo que su hermana mayor, pero a escala más humana, más amable, más satisfactoria. Y también más barata, que lo cortés no quita lo valiente. Que los precios en la “Oktoberfest” también están en consonancia con la “megalómanía” del lugar. No es que sean exagerados, pero desde luego bastante más altos que en otros eventos similares u otros lugares del mismísimo Munich y después de haber pagado “X” por algo, pagar “2X” por lo mismo no es plato de gusto… 

 

Esto son codillos asados. Los más caros de todo Munich...

 

  Dicho lo anterior, nos apetecía ir a la Oktoberfest y nos lo hemos pasado bien, pues tampoco es cuestión dar la impresión de que no nos ha gustado, pero es mejor tener las ideas claras de lo que es, una fiesta a lo bestia, porque objetivamente visto, lo que allí se hace, se puede hacer cualquier día del año en Munich, eso sí, sin parafernalia y qué sería la “Oktoberfest” sin esa parafernalia que es su razón de ser. Vale la pena ir, al menos una vez en la vida, y como ya he mencionado, si no conocéis las tremebundas fiestas alemanas, la “Oktoberfest” os encantará, aunque posiblemente cualquier fiesta mayor alemana os deje incluso mejor sabor de boca. 

 

Unas "ferias" a lo bestia...

 

   La verdad es que mucha gente viste el traje bávaro típico, lo que se agradece de veras, pues le da mucho sabor al ambiente. Y no sólo en la Oktoberfest, pues durante el evento, por las calles de la ciudad la gente viste igual… ¡que para algo están en fiestas! 

 

Bávaros hay muchos, pero éste se salía...

 

   Sobresalen entre todos los puestos, muy bonitos por cierto, las 14 grandes carpas de las principales marcas de cerveza de Baviera, cuyo aforo es gigantesco. En alguna se alcanzan los 10.000 asientos en el interior y unos cuantos miles más en el exterior. Y es que hay que acomodar a los seis millones de personas que pasarán por allí durante la fiesta. 

 

Las carpas están siempre a tope

 

   Salvo que se vaya por la mañana, en días de diario -¡las carpas empiezan a servir a las nueve de la mañana!-  es francamente complicado pillar un sitio dentro de una de ellas. Y tampoco estamos muy seguros que sea siempre deseable, pues a partir del mediodía están abarrotadas, con la gente saltando y bailando encima de las banquetas, cantando como posesos y con un ruido infernal. Verlo un momento choca y es divertido, porque se ve cómo se desmelenan los siempre severos alemanes, pero no tenemos muy claro que durante mucho rato siguiera siendo igual de divertido. Claro que valorar esas cosas siempre depende de lo que uno espere o quiera hacer… 

 

"Grossen juerguen"...

 

   Lo que está fuera de toda duda es que los cuadriculados alemanes tiran la casa y la vergüenza por la ventana durante la Oktoberfest y aprovechan a tope el tiempo de desenfreno y jolgorio para pasárselo en grande.

 

   Las carpas se pueden “visitar”, es decir, puedes entrar “un poquito” a verlas, no más, porque el gentío nos impedirá avanzar aunque queramos. Eso sí, los porteros -auténticos “armarios roperos”- impiden la entrada si se llevan mochilas o bolsos grandes, pues es una manera de asegurar que nadie “se agencie” una de las deseadas jarras de cristal, de litro. La verdad es que los mozos imponen lo suyo y la gente, por curda que vaya, no monta ni gota de gresca, que hasta ahí podíamos llegar…

 

   Por cierto, si alguien quiere llevarse al perro a la “Oktoberfest”, no hay problema, al menos en el exterior de las carpas y por el recinto ferial.

 

   Una de las cosas que más nos llamó la atención de la cerveza que sirven en la Oktoberfest es que ni se sube descaradamente a la cabeza -en cantidades “moderadas”, por supuesto, si entendemos como tal a las jarras de un litro- ni tampoco, vista la experiencia y aún a resultas de resultar un poco escatológico, parece exigir esfuerzos suplementarios a las vejigas del personal. Vamos, que el misterio de la “Oktoberfest bier” nos tenía extrañadísimos a todos.

 

   Claro que cuando la moderación se deja en casa es cuando aparecen las famosas curdas que han hecho también famosa a la fiesta de la cerveza muniquesa. La verdad es que vimos unas cuantas, no diremos que no -los servicios de socorro no se aburren demasiado- pero tampoco tantas como yo me esperaba.  

 

Dando trabajo a los equipos de socorro...

 

   Tras dar una vuelta por el ferial, encontramos una mesa libre en el exterior de la carpa de la “Hofbräuhaus”. A alguien se le ocurrió que preguntase a la “fräulein” de turno si servían jarras de medio litro… ¡Y la carcajada que soltaron al oírlo los de la mesa vecina fue de las que hacen historia!  Un  litro o nada, ya lo sabéis, al menos allí. Compramos unos codillos en “La casa del Codillo”, unos puestos más allá, -a precio “Oktoberfest, por supuesto”- y nos los comimos sentados en la mesa de la carpa, a pesar de que sirven comidas. 

 

Al menos aquí pillamos sitio... fuera.

 

  

Y nos bebimos un "jarrón", claro...

 

Por último dimos un paseo por la zona de las atracciones, donde tanto Pilar como Isabel aprovecharon para montarse en unas cuantas. Y, por supuesto, Pilar no perdonó su tradicional manzana de caramelo… Y así, apretados como botijos en el metro de vuelta, llegamos a Marienplatz donde cogimos el S-Bahn hasta Untermenzing y el autobús hasta el camping, que por cierto, circula hasta más allá de medianoche. Todo un detalle.

 

 Lunes de compras y después, más Oktoberfest.

    El lunes por la mañana lo dedicamos a las compras y a ir de tiendas por Munich, pero antes volvimos a dejar el equipaje de Gloria e Isabel en consigna de la estación, pues ellas deberían irse al aeropuerto después de comer.

 

   Como quien más quien menos quería llevar algunos regalitos y recuerdos de la “Oktoberfest” a casa, después de dos días “de prospección” de precios -que varían y mucho de unos sitios a otros- llegamos a la conclusión de que uno de los sitios más baratos de todo Munich es el kiosco que hay en la avenida peatonal Neuhauserstrasse, junto a Karlplatz. Pero como no era cuestión de ir cargados todo el día con jarras de cerveza y otros souvenirs, pues dejamos las compras para más tarde. 

 

El reloj del Ayuntamiento nuevo

 

   Comimos nuevamente en los puestos de Viktualienmarkt, sin lograr pillar una mesa libre en el “Biergarten”. Por cierto, en los puestos de comida que hay en la calle, no en el centro de la plaza del Viktualienmarkt, se come muy bien y muy barato. Compramos dos buenos codillos asados… ¡por sólo cinco euros los dos!. Sin ir más lejos en la Oktoberfest pagamos 28 euritos por uno solo y no más rico que esos dos. Gonzalo - como buen médico que es- se ocupó, a punta de navaja mochilera, de la “disección quirúrgica” de ambos codillos. A cada cual, lo suyo. 

 

"Operando" al codillo...

 

  Pepe y Nany, más amantes del producto nacional que del teutón, prefirieron por su parte aprovisionarse de jamón ibérico, queso manchego y otras delicias en una tiendecita de productos típicos españoles que hay allí mismo.

 

   Y llegó la hora de que Isabel y Gloria volvieran a casa, así que tocó despedida. Ellas tenían que ir al aeropuerto, pero Nany, Pepe y Rosa no estaban mucho por la labor de volver a la “Oktoberfest”, así que se quedaron un rato más paseando por Munich, mientras Pilar, Manolo, Gonzalo y yo acompañamos a las dos chicas a la Hauptbahnhof, para luego retornar al recinto ferial… ¡que para eso habíamos hecho el viaje!

 

   Como apremiaba la hora de ir al aeropuerto, no fue posible pasar primero por el dichoso kiosco de souvenirs, así que después de dejar a las chicas en la estación, nos tocó volver a Karlplatz a por “los souvenirs”… ¡para luego regresar de nuevo a la estación y dejarlas en consigna para no tener que pasearlas por la Oktoberfest!. Memorable, lo nuestro…

 

   Pero antes nos tocó vivir otra de las graciosas anécdotas del viaje. Como dos son las líneas de S-Bahn que van al aeropuerto, cada una por un lado diferente, nos montamos los seis en el vagón de la línea que pasaba por Karlplatz, pues allí debíamos bajarnos nosotros. Lo malo es que nos equivocamos de línea. Aunque el desaguisado se descubrió inmediatamente, tuvimos que bajarnos a toda prisa en la siguiente estación para coger el tren de vuelta y enmendar la pifia. Hasta ahí poca gracia tuvo la cosa, pero cuando por fin pisamos Karlplatz, bajamos por el lado del andén central… que carecía de salida directa precisamente por donde queríamos salir. ¡Definitivamente estábamos sembrados!. El andén “bueno” era el de enfrente, no el central en el cual nos encontrábamos. Y para salir correctamente no nos quedaba otra que retroceder y dar toda la vuelta por la estación… ¿o quizás, sí?

 

   Entonces surgió la lucidez de Manolo para encontrar una “solución a la española”. ¡Simplemente esperamos a que llegase el siguiente S-Bahn… y cuando se abrieron las puertas de ambos lados, lo atravesamos corriendo para pasar al otro andén entre risas y cachondeo!. Una solución sencilla, ingeniosa, rápida y eficaz. Olé.

 

   Después de tanto trajín, conseguimos dejar las compras en consigna de la Estación Central -que casi ya era como nuestra casa- y nos fuimos a por unas cervecitas a la Oktoberfest.

 

 Oktoberfest. Día II.

    Aquel lunes por la tarde había bastante menos gente paseando por la Oktoberfest y eso ayudó a que disfrutáramos mucho más de la visita que el día anterior. Lógicamente en los fines de semana la afluencia de público es mucho mayor. Sin embargo entrar en una carpa siguió siendo una asignatura pendiente. ¡Seguían igual de abarrotadas!. Y eso que eran las seis de la tarde. 

 

 

   

Tampoco es que estuviera vacía...

 


 

   Al final logramos pillar otra mesa en el mismo sitio, en la carpa de la Hofbräuhaus, pero antes nos habíamos tomado una “Franziskaner” en su “chiringuito-tiovivo”. Un puesto realmente original, pues han adaptado un antiguo tiovivo a modo de barra de bar. De esa manera te puedes tomar tu cervecita girando… despacito, eso sí. 

 

El "Tiovivo" de la Franziskaner

 

  Por supuesto nos sirvió la jarra de cerveza de rigor una de esas mozas que trasiegan sin aparente esfuerzo diez jarras de litro o más de una tacada. Vale que han de tener fuerza a la fuerza, pero acabamos descubriendo “el secreto”… que no es otro que un especie de cojín cosido al delantal, donde apoyan las jarras. A fin de cuentas acarrean quince kilos o más y toda ayuda es poca.

 

   Para acompañar a la “bier” nos pedimos esta vez unas raciones de salchichas, que desde luego no se encontraban entre las mejores que hayamos probado por aquellos lares. Lo dicho, si queréis disfrutar  verdaderamente de la gastronomía alemana, acudid a cualquier cervecería de cualquier ciudad del país, pero no esperéis gran cosa de la Oktoberfest. Muy al contrario, poca cantidad, precio alto y peor atendidos. Pero ya sabemos que la Oktoberfest es la Oktoberfest…

 

   Por cierto, como los alemanes están en todo, por el módico precio de 4 €, todo el que quisiera podía hacerse la prueba de alcoholemia, gracias a gentiles damiselas encargadas de promocionar el aparatito entre la concurrencia. Como la moza que lo llevaba era muy simpática y dicharachera, nuestro Manolo se animó a probar… ¡y para una vez que le hacía ilusión “saltar la banca” sin peligro, resulta que… ¡dio negativo!. A cambio “se consoló” con un diploma, expedido allí mismo, que acreditaba “lo buen chico que era”. Vale, no dio positivo, pero toda la mesa se rió muy a gusto con la ocurrencia y con las caras que puso, pues nos acompañaba un alemán que había vivido muchos años en España y que nos estuvo “culturizando” sobre las costumbres muniquesas en su “fiesta nacional”. 

 

   

Manolo en plena "faena"...

 

Y luego el certificado acreditativo...

 

    Y así, tras el ritual final de la manzana de caramelo de Pili -verde esta vez-, nos despedimos definitivamente de la Oktoberfest, pues al día siguiente tocaba empezar el regreso a casa.

  

La Oktoberfest... ¿Vale tanto la pena como dicen?

    Que la Oktoberfest es una fiesta muy conocida y con mucho tirón está fuera de toda duda. La prueba es que casi todos los amigos y conocidos a quienes les contábamos que nos íbamos a la Fiesta de la Cerveza, nos respondían…  ¡Qué suerte!, o ¡Qué envidia!.

 

   Sin embargo todo y siendo espectacular, no parece que sea oro todo lo que reluce como ya hemos intentado “transmitir”. Por eso mismo, porque esperamos que este relato os anime a conocerla, es necesario también contar con la información lo más correcta posible acerca de lo que allí os encontraréis, pues ya sabemos que las expectativas si son excesivas, fastidian más que ayudan.

 

   Y ya hemos puesto sobre la mesa suficientes claves como para que, como poco, podáis tener una idea bastante ajustada a la realidad. La Oktoberfest es impresionante, por tamaño y planteamiento, pero esas mismas virtudes se convierten en inconvenientes cuando la gente lo abarrota todo y pillar una mesa libre o hacerse un hueco en un chiringuito se convierten en algo parecido a los “trabajos” que el pobre Hércules tuvo que afrontar.

 

   Por eso mismo hemos sentido mucho no haber podido disponer de un día más para acudir por la mañana al ferial, cuando todo estuviera más tranquilo. Seguro que la Oktoberfest “tiene una cara” muy diferente por la mañana, aunque tampoco nos engañemos, que en el fondo la gracia de la fiesta de la cerveza consiste en beber, comer, bailar y cantar -si nos apetece-, y montarnos en un tiovivo o en una montaña rusa si también hay ganas. De acuerdo, todo muy “bien envuelto y muy bonito”, pero eso al fin y al cabo.

 

   Al final, todo nuestro grupo, verdaderos entusiastas de las fiestas alemanas, coincidimos en que había estado bien la cosa, pero que nos bastaba con una Oktoberfest. No había ganas de repetir. Vista y basta. Y es que preferimos las fiestas más pequeñas, pero no menos animadas. Vale, puede que en ellas no haya carpas cerveceras, pero para acabar tomando una jarra de cerveza en la calle -el exterior de las carpas es más o menos eso- tampoco hace falta tanta historia. Y eso nos lleva a otra cuestión que nos parece interesante comentar.

 

La Oktoberfest... ¿En avión y hotel?

   Antes de decidir pasar las vacaciones en la Oktoberfest con las caravanas, estuvimos valorando la posibilidad de coger un avión barato e ir a Munich un par o tres de días, en plan hotel, para disfrutar exclusivamente de la archifamosa Fiesta de la Cerveza.

 

   Era febrero, es decir siete meses antes del evento, y el resultado fue realmente desalentador, pues si bien el avión, ida y vuelta, salía por 123 € por persona y con Iberia -entonces fue cuando reservamos los billetes de Gloria e Isabel- los hoteles, en cambio, tenían precios astronómicos, pues los más económicos ya no tenían plazas libres a precios razonables… ¡en febrero!. Las habitaciones dobles, durante la Oktoberfest, no bajaban de 150-200 €/noche, incluso a más de 50 km de Munich. Eso sí que es hacer “el agosto en septiembre”, es evidente. Salvo que se reserven las habitaciones casi con un año de antelación, claro o te vayas al quinto pino…

 

   La conclusión fue que pasar un par de días en la Oktoberfest, bebiendo y comiendo, la broma se ponía, a nada, en los mil euros por pareja. Fue entonces cuando nos planteamos organizar unas vacaciones en Baviera con la caravana. ¡Al menos disfrutaríamos de la Oktoberfest y de unas vacaciones en toda la regla!. Y así lo hicimos.

 

   Y menos mal, pues en vista de la experiencia, todos coincidimos en que si llegamos a ir en plan de avión+hotel gastando un pastón, ¡nos hubiera dado un pasmo!. Ahora bien, una vez decididos a ir, que cada cual, valore las opciones disponibles y obre en consecuencia.

 

  Tampoco se trata de desanimar a nadie, muy al contrario. Es tan "megalómana" la fiesta que bien vale la pena el viaje y el ambiente en la ciudad es memorable, pero sabiendo a lo que se va y lo que uno se va a encontrar, porque muchas de las cosas que veremos en la Oktoberfest están disponibles el resto del año... con mucha menos gente y a mejor precio.

  

Rumbo a Alsacia, pasando por la Línea Maginot, con pinchazo incluido.

    El martes abandonamos Munich, con intención de visitar de paso, el “Fort de Schoenenbourg”, una de las mayores fortificaciones alsacianas de la famosa Línea Maginot, “muralla defensiva” construida por los franceses para repeler una posible invasión alemana tras la Primera Guerra Mundial, invasión que acabó produciéndose unas décadas después.

 

   La visita al “Fort de Schoenenbourg”, cerca de Hunspach, en el norte de Alsacia, era una de esas “espinitas clavadas” que siempre surgen en todo viaje. Dado que solamente se puede visitar en primavera y verano, en las anteriores visitas a Alsacia en la semana de la “Constitución”, durante las celebraciones navideñas, sólo lo habíamos podido ver por fuera. ¡Y por dentro tiene varios kilómetros de túneles subterráneos, con sus respectivas dependencias!. Así que ese era el momento perfecto para saldar viejas deudas pendientes. Y así lo hicimos, aunque un poco más y se vuelve a fastidiar la cosa… 

 

La entrada al Fort de Schoenenbourg

 

   Salimos del camping de “Obermenzing” a primera hora de la mañana, no sin antes saludar con una sonrisita a “nuestro amigo, el cancerbero de la vespa”, a quien en los días que allí estuvimos se dedicó a abroncar a más de uno y más de dos…

 

   Sin embargo, a la altura de Stuttgart, sucedió lo imprevisto. El neumático derecho de la caravana de Pepe y Nany explotó sin consecuencias ante los ojos atónitos de Manolo y Cía, que circulaban detrás. Nosotros, que íbamos en cabeza, paramos en la primera área de descanso, tras ser avisados por teléfono de lo sucedido. Nos dijeron que les esperásemos allí, pues iban a cambiar la rueda y enseguida nos reencontraríamos. Por suerte el reventón ocurrió justo delante de la entrada de un área de descanso. ¡Fortuna en la desgracia, sí señor!. Pincha aquí para leer más sobre los pinchazos y los neumáticos de la caravana.

 

   Pero las armas siempre las carga el diablo y pasó lo que pasó. Resulta que el neumático de repuesto del siempre cuidadoso Pepe… ¡estaba incomprensiblemente defectuoso!. Dado el inesperado giro de la situación -ahora había también que buscar un neumático nuevo - y dado que a ellos lo de la visita al búnker no les seducía demasiado, convencieron a Manolo y compañía para que continuaran viaje, se reunieran con nosotros, visitásemos el fuerte y ya nos encontraríamos por la noche en el camping de Heimsbrunn, cerca de Mulhouse, una vez superado el escollo.

 

   Realmente fue una suerte estar tan cerca de Stuttgart, pues aunque la asistencia en carretera se personó al poco tiempo, hubo que buscar en varios sitios el dichoso neumático de medidas un tanto extrañas antes de dar con él. Dos años antes, estando en Austria y tras un pinchazo también tuvimos problemas para encontrar un neumático de repuesto para la caravana de Pepe. Una vez resuelta la cuestión, a las cinco de la tarde nos llamaron que ya salían rumbo al camping. Prueba superada.

  

El “Fort de Schoenenbourg”.

    El enorme búnker se encuentra enclavado en un bosque, pero es perfectamente posible aparcar las caravanas al borde de la carretera de acceso, de forma semicircular y que permite entrar al recinto tanto por un lado como por el otro. 

 

   

Armamento

 

Kilómetros de túneles

 

   El horario de visita es bastante limitado, pues sólo abre de 14 a 18 h. y dado lo grande que es, se requieren, al menos, dos horas y media para verlo con cierto detenimiento, lo que obliga a acudir lo antes posible. La entrada costaba 7 € por persona y facilitan un cuaderno en castellano para seguir las explicaciones. En nuestro caso, aún yendo deprisita, invertimos casi tres horas en verlo entero.

 

 

   

La vida no era fácil allí

 

Nos quedamos con el Thetford...

 

   A través de larguísimos túneles, se recorren varias torretas de tiro, almacenes de munición, la zona de cuartel: dormitorios, cocinas, etc. así como otras dependencias. La visita es muy interesante para quien aprecie la historia de la Segunda Guerra Mundial. El fuerte nunca fue tomado al asalto y sólo se rindió tras el armisticio francés, en junio de 1940. Más información en www.lignemaginot.com/index10.htm 

 

Le dieron "cera" de la buena...

 

   Toda la zona norte y este de Alsacia es rica en fortificaciones de la Línea Maginot, muchos de los cuales recorrimos en la navidad de 2006. Lee el relato de ese viaje para saber más sobre ello.

 

   A las seis menos cuarto partimos hacia Heimsbrunn, cerca de Mulhouse y a unos 180 km, para pernoctar en el camping “La Chaumière”, cuya recepción cerraba a las 21, hora algo tardía para los usos y costumbres franceses, pero que a nosotros nos venía al pelo, pues preferíamos pasar la noche tranquilamente en el camping en lugar de hacerlo en una ruidosa área de autopista, pues a la mañana siguiente había que continuar viaje hasta Beaune, en la Borgoña. A las ocho y diez entrábamos en el camping y diez minutos después lo hacían nuestros amigos castellonenses.

  

Recorriendo la Borgoña. Autun, “la romana”.

    Invertimos la mañana del miércoles en trasladarnos hasta el camping “Les Bouleaux” de Vignoles, a las afueras de Beaune, en la región de Borgoña. Camping ya conocido después de pernoctar allí en diciembre 2007, para visitar el mercadillo navideño de Dijon.

 

   Acampamos, comimos y nos marchamos a Autun, ciudad con algunos vestigios galorromanos interesantes, atravesando los campos de viñedos borgoñones. 

 

Autun. "La porte d'Arroux" romana

 

   Autun es una de esas ciudades francesas de provincias, tranquilas, pero con menos “salsa” de la esperada. La visita nos la habían recomendado entusiásticamente unos holandeses que conocimos en el camping de Beaune unos años antes, así que para allá que fuimos, a ver qué tal.

 

   Ciertamente dispone de un enorme anfiteatro -el mayor de la Galia- que puede visitarse libremente, así como dos puertas romanas. Del centro urbano, aparte de algunas casas de entramado de madera, destaca su catedral gótica de St. Lazare. Bueno, la visita estuvo bien, pero quizás esperaba algo más de Autun. Otra vez las dichosas expectativas exageradas… 

 

   

Autun. El anfiteatro romano

 

La catedral de St.Lazare

 

   Al final del día hicimos las compras de rigor en un hipermercado Leclerc y la sorpresa al regresar fue encontrarnos al lado del camping una de esas furgonetas-pizzeras, que te preparan una pizza al horno en un pis-pas y que suelen estar cada día en un sitio. Ya os podéis imaginar en qué consistió la cena… 

 

Más Borgoña. El castillo de Savigny les Beaune y sus colecciones…

    El jueves lo dedicamos a recorrer parte de la interesantísima región de la Borgoña. Como ya conocíamos otros puntos interesante como Beaune, Dijon, Paray le Monial, etc. de otros viajes, esta vez le tocaba el turno a pueblecitos más pequeños, pero también muy apetecibles.

 

   La mañana la pasamos en el Château de Savigny les Beaune, que nosotros ya conocíamos, pero nuestros amigos no y que expone unas increíbles colecciones de aviones de combate, coches Abarth de competición, motocicletas, tractores y maquetas, pues el propietario del castillo es un auténtico entusiasta tanto de la competición como de los cazas de combate. La visita nos llevó tres horas. La web del castillo es http://reception-aviation.chateau-savigny.com/ Abre de 9 a 18,30 h.  

 

   

El castillo de Savigny les Beaune

 

Con los Abarth

 

  

   

El museo de las motos

 

Los tractores vinícolas

 

 

 

   

Los aviones de caza

 


 

 

Nany y Rosa nos esperaron en el camping y tras comer, nos trasladamos al pueblecito de Flavigny sur Ozérain, incluido en la Asociación de Pueblos más Bonitos de Francia y lugar de rodaje de la película “Chocolat”, con Juliette Binoche y Johnny Deep. El pueblo es famoso por su fábrica de anises y por las ruinas de su abadía. 

 

   

La tienda de los anises

 

"Decorado de cine" en Flavigny

 

   Como a pocos kilómetros de Flavigny se encuentra Alésia, la colina donde tuvo lugar la derrota del ejército galo frente a las legiones romanas de Julio César, nos acercamos a verla. Allí estaba la estatua de Vercingétorix, el jefe galo, famoso especialmente por las aventuras de Astérix y Obélix. En el lugar hay unas ruinas de lo que tuvo que ser la aldea, así como un templete y la estatua, en el sitio donde se supone que tuvo lugar aquella batalla. 

 

   

Alésia. Estatua de Vercingétorix

 

Las Ruinas de Alésia

 

   Terminamos el día en la bonita ciudad medieval de Sémur en Auxois, con su muralla, sus torres medievales y sus casas de entramado. De regreso al camping, nos fuimos al pueblo vecino en busca del amigo de la furgoneta de pizzas…que resultó ser un aficionado a la cría de caballos de carreras, algunos de los cuales habían ganado varios premios. ¡Hay que ver lo que dan de sí las pizzas!. 

 

   

Sémur en Auxois

 


 

 

Y la encontramos...

 

Y nos despedimos de Pepe y Nany… rumbo a Burdeos.

    Era viernes y tocaba despedirnos de nuestros amigos castellonenses, pues ellos continuarían viaje hacia el sur, vía Lyon, mientras nosotros seguiríamos hacia el oeste.

 

   En un principio teníamos previsto llegar a Valladolid el sábado por la tarde, haciendo el viaje de tirón, pero un catálogo de accesorios de camping vino a trastocar los planes…

 

   Todo empezó como una broma, pues Pepe nos echaba los tejos para que fuéramos con ellos hasta Lyon, porque allí había una enorme tienda de accesorios de camping y caravaning, de la marca “Narbonne”. Y todo porque a todos nos gusta ver esas tiendas.

 

   Como era imposible ir a Lyon, pues como muy tarde había que estar en casa el domingo, empezamos con la copla de que en Burdeos también había varias tiendas de accesorios y tal y cual. Total, que  lo que empezó como un juego, al final acabamos convenciendo a Rosa para llegar a Valladolid el domingo en vez del sábado y pasar ese día en Burdeos… ¡recorriendo tiendas de accesorios!. Más que nada porque siempre encuentras algo nuevo que comprar, visitando, de paso, a unos amigos que viven en la ciudad.

 

   Y dicho y hecho. Llamamos al camping de Gradignan, -a las afueras de Burdeos- reservamos plaza y llegamos allí un poco antes de las ocho de la tarde, que era la hora límite para hacerlo.

  

De compras por Burdeos y fin de viaje.

    Burdeos ya es una vieja conocida, pero como a todos nos apetecía alargar el viaje, pues la excusa de las tiendas de accesorios resultó ser una excusa perfecta para pasar el día allí y retrasar el retorno. 

 

Burdeos

 

   Nos vimos tres o cuatro tiendas de accesorios, compramos algunas cosillas, comimos tranquilamente en el camping, pasamos la tarde haciendo unas compras por la peatonal Rue de Sainte Cathérine -la principal calle comercial de Burdeos- y cenamos con los amigos. Un día “redondo”. 

 

Burdeos. La Rue Ste.Cathérine

 

   Y de esa manera pusimos fin a un fantástico viaje a la Oktoberfest, con la mente puesta ya en el siguiente… ¡el “clásico” viaje navideño a Alsacia-Alemania en diciembre!.

  

PRECIOS GASÓLEO (SEPTIEMBRE 2009)

País

Horquilla de precios

España

0,93 €

Francia

0,98 – 1,15 €

Alemania

1,06 – 1,11 €

 


 

 

 

 

 

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