Pubs y verdes valles
(2006)
(Datos prácticos actualizados en 2011)
El relato de este viaje “rompe moldes”, porque en esta ocasión no visitamos la verde Irlanda acompañados de nuestra caravana, sino que llegamos a la isla en avión y la recorrimos con un coche de alquiler, con el volante a la derecha, por supuesto, alojándonos en los típicos “bed & breakfast” tan típicos de por allí. Una experiencia totalmente recomendable, tanto por su economía, como por ofrecer la posibilidad de contactar intensamente con los irlandeses, que te reciben con la mayor de las amabilidades. (leer más sobre el tema en el apartado “avión + coche + hotel”.
PREPARANDO EL VIAJE. EL PROBLEMA DE LOS FERRIES.
Reconozco que Irlanda ejercía sobre nosotros una especial atracción desde mucho tiempo atrás. Es más, regresando ya del viaje del Cabo Norte en 2004 nos planteamos ya en aquel momento pasar el siguiente verano en la verde Eire.
Tiempo faltó para acercarme a la librería de viajes, hacerme con un par de guías turísticas y empezar a “saborear” lo que Irlanda nos iba a ofrecer. Lástima que la lectura arrojase más sombras que luces a las bondades del país: ciudades poco monumentales, paisajes con poca diversidad y “atracciones” no especialmente “atractivas”. Aún así la ilusión se defendía con argumentos como “Bueno, no todo ha de ser el colmo de la espectacularidad, ¿no?”.
Sin embargo aún quedaba otro jarro de agua fría que no por esperado fastidió menos. A nadie se le escapa que Irlanda es una isla. Y las islas tienen la mala costumbre de estar en mitad del mar. Y si uno quiere visitar una isla sólo tiene dos modos de hacerlo: volando o por mar. Y claro, cuando se trata de ferrys británicos, embarcar es sinónimo de “atraco a mano armada”, especialmente si nos acompaña una caravana o remolque.
Nota actual: Afortunadamente en 2011 los precios, sin ser de derribo, se han moderado bastante, lo cual no está nada mal.
Dos son las vías “típicas” de acceso por mar: bien desde la Bretaña francesa, de Roscoff a Cork, en el sur de Irlanda; bien por el Canal de la Mancha, cruzando de este a oeste Inglaterra y embarcando nuevamente en la costa galesa, en Fishguard, desde donde se llega a Rosslare, en la costa sudeste irlandesa. Aún nos quedaría una tercera, consistente en coger el ferry a Inglaterra desde Bilbao (P&O, a Portsmouth) o desde Santander (Britanny Ferries, a Plymouth). Leer más sobre los ferries a dover e irlanda.
Y para saber más dela mejor ruta para llegar a Calais (ruta norte) desde la frontera de Irún pinchad en este enlace. Y si además queréis ahorrar unos euros en los repostajes franceses, haced lo mismo en este otro.
Aunque en términos de coste las dos primeras opciones son similares, la vía “bretona” tiene el inconveniente de tener menos trayectos por semana y ser una travesía mucho más larga, de 13 horas, cruzando un océano atlántico no siempre “pacífico”.
Por su parte la vía inglesa tiene la ventaja de travesías más cortas, pero hay que coger cuatro ferries y éstos no son nada, pero nada baratos. En agosto y con caravana ¡“la broma” ronda los 1.200 € o más!. Y teniendo en cuenta que veníamos de hacer la travesía de Helsinki a Estocolmo, de 17 horas, en un lujoso ferry, con un estupendo camarote y con cena buffet incluida por 360 €, bajando de Cabo Norte, la comparación con los ferries ingleses, además de odiosa, resultó descorazonadora para el bolsillo.
Al final, la sensación que nos quedó después de estudiar los posibles los puntos de interés de la isla es que parecía más bien un lugar ideal “para ir a descansar” que un estimulante “destino turístico”; si con ello entendemos no esperar encontrar grandes maravillas a cada paso y disfrutar de unas apacibles vacaciones, sin madrugones ni agobios, rodeados de verdes prados.
Nos quedó meridianamente claro que Irlanda ni es Noruega, ni Suiza ni Holanda. Aún así, planteamos un itinerario consistente en cruzar Inglaterra, pasar un par de días en la costa sur galesa -zona que no conocemos- recorrer Irlanda y regresar por Escocia desde el Norte de Irlanda, aprovechando su proximidad geográfica.
Escocia es preciosa y nos apetecía mucho volver desde nuestro viaje de 1997, pero ahí quedó la cosa. Y como todo llega, pues en 2010 nos quitamos la espinita...
El escaso “gancho” que parecía tener Irlanda y el elevado coste estimado del viaje hizo que “aparcásemos” la idea para mejor ocasión en favor de Suiza, país, ese sí, de espectacularidad a toda prueba.
Y en efecto, al siguiente verano fuimos a Suiza; pero la vida te da sorpresas... y cuando menos lo esperábamos surgió la oportunidad de visitar Irlanda… a precio de derribo, ¡aunque en enero y en avión!.
RUMBO A IRLANDA... ¡EN AVIÓN!.
Y dicho esto, ¿Qué hago yo aquí contando un viaje sin nuestra querida caravana?.
Pues eso, contar un viaje, porque de viajar se trata. Al fin y al cabo allí alquilamos un coche y nos movimos de la misma manera que lo hubiésemos hecho con nuestro propio vehículo. Y vivimos, muy probablemente, similares experiencias que con la caravana, sólo que en lugar de acampar en los camping, esta vez probamos los “bed & breakfast”, fórmula muy británica (aunque los irlandeses odian que se les incluya en el término “british”) y muy interesante, pues nos ha permitido convivir con familias irlandesas y conocer mejor a sus gentes, mucho más que en un camping.
Eso sin contar el placer de desayunar el espectacular “Irish Breakfast”, versión irlandesa del famoso desayuno “inglés” a base de huevos, bacon, salchichas, etc.
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El "frugal" Irish Breakfast...
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Confesaremos que surgió la oportunidad de volar desde Valladolid a Irlanda, vía Londres, con “Ryanair” al “oneroso” precio de ¡1 céntimo! por trayecto, más tasas. En total, los cuatro vuelos para dos personas nos costaron 170 euros.
Vale, estamos de acuerdo en que enero no es el mes ideal para unas vacaciones, es bien sabido, y para colmo, con la fama de lluviosa que tiene Irlanda, pero es lo qude hay, o lo que había en aquel momento. Sí, los días son cortos y hace frío, pero Valladolid en invierno tampoco es Marbella precisamente, así que, puestos a elegir, mejor en tierras gaélicas que en casa, ¿no?
De todas maneras, como el tiempo acompañó bastante, digamos pues que la experiencia irlandesa resultó satisfactoria, pero digamos también que al tercer día de recorrer la isla ambos coincidimos en la misma idea: ¡si llegamos a gastarnos los 1.200 euros en venir con la caravana, nos da un patatús!.
Y esa conclusión es la responsable de que ahora estemos contando nuestra experiencia, esperando que sirva de “aviso de navegantes” para los amigos campistas. Más que nada para que quien se anime a pisar suelo irlandés con su elemento de camping se llame a engaño lo menos posible, después de haber asumido el elevado coste de llegar a la melancólica y, al menos para nosotros, bastante aburrida Irlanda.
LA “DESILUSIÓN” IRLANDESA...
Y es que, en efecto, esos temores de los que hablaba al principio, lamentablemente, se vieron confirmados: Irlanda no es gran cosa. Por supuesto que opiniones habrá para todos los gustos, pero quitando Dublín – que tiene su aquél, aunque tampoco sea una ciudad como para tirar cohetes si la comparamos con otras afamadas capitales europeas - y unos pocos puntos de interés más, que ya comentaremos más adelante, el resto resultó bastante decepcionante y demasiado monótono.
¿Eso quiere decir que no recomendamos su visita?. Pues tampoco se trata de eso y no nos atrevemos a tanto, porque cosas bonitas haberlas, haylas.
Y reconozco que no me arrepiento en absoluto de haber ido, ¡pero sí feliz de haberlo hecho sin caravana! Quizás el paisaje escocés, bastante más bonito, sea lo más similar a la verde (aunque también gris) Irlanda, claro que si no pisamos Eire también nos perderemos matices muy, pero que muy distintos a los que podemos encontrar en Gran Bretaña.
Así pues, Irlanda vale el viaje siempre y cuando no esperemos hallar grandes maravillas monumentales o arquitectónicas o paisajes espectaculares e impactantes, aunque de todo hay. Como ya he comentado, es el destino ideal para unas vacaciones tranquilas – lejos de esos típicos agobios del “ahora vamos a ver esto y aquello”- disfrutando de sus coloristas pubs, de su cerveza Guinness y de un estilo de vida diferente al nuestro. Dicho esto… ¡bienvenidos a la verde Irlanda!.
Y DESPEGAMOS RUMBO A DUBLÍN, VÍA LONDRES.
Al viajar en avión llegamos y salimos de Dublín, pero de haber ido con la caravana seguramente hubiésemos tocado suelo irlandés en Rosslare, procedentes de Gales. Y hubiésemos regresado vía Escocia, saliendo del puerto norirlandés de Larne, lo que hubiese modificado bastante el planteamiento del itinerario.
Ello nos hubiese permitido pasar, como ya he comentado, algunos días en la preciosa Escocia. Se da la circunstancia de que, en Irlanda, los principales puntos de interés se encuentran en la periferia de la isla, por lo que el “itinerario-tipo” resultante será muy parecido a describir un círculo. No obstante, al hacer ese planteamiento, Dublín se nos queda un poco descolgado, por lo que, de ir con la caravana, sería necesario visitar la capital desde Rosslare, a unos 160 kms. de distancia.
Como “Ryanair” ya se encarga de advertir explícitamente que son una “compañía aérea de destino a destino”, -es decir, que te lleva al destino elegido, pero sin responsabilizarse de que podamos enlazar con otros vuelos- está claro que cuando uno “se arriesga” a comprar vuelos de enlace, asume eso, un riesgo. Un riesgo de quedarse en tierra en caso de cancelación o de contratiempo.
Y eso nos pasó a nosotros. Para la ida compramos billete Valladolid-Londres y Londres-Dublín, con casi cuatro horas de margen entre ambos y todo fue estupendamente, pero el plan previsto para el retorno no salió tan redondo.
De vuelta, lógicamente había que desandar lo andado desde Dublín y así lo hicimos, también sin problemas... hasta Londres. Lo que ocurrió es que, animados por las bajas tarifas, nos planteamos también hacer “una escapada” a Berlín, aprovechando que estábamos en Londres y que los horarios encajaban como un guante. Y contratamos con mucha antelación los vuelos Londres-Berlín y viceversa, dejando el retorno a Valladolid, desde Londres, para el final.
Pues bien, unas semanas antes de la partida, “Ryanair” nos informó que había modificado los horarios de sus vuelos a Berlín, con lo que ya no coincidían los vuelos con el regreso de Dublín. Resultado: la excursión a la capital alemana se fue al garete. Eso sín, al ser el cambio superior a dos horas, la compañía aérea nos devolvió el importe de los billetes.
Claro que, al tener ya comprado el billete de retorno a Valladolid para dos días después de la llegada a Londres, procedentes de Dublín, entonces lo que hicimos fue pasar esos días en la capital inglesa, que tampoco es mal plan. Y lo disfrutamos mucho. Berlín se quedó en el tintero, pero un año después, en verano, “nos quitamos la espina” y allá que nos fuimos, pero ¡con la caravana, que esa no cambia los horarios a traición!.
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Y volamos hacia Londres y Dublín...
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Y ALQUILAMOS COCHE, CON VOLANTE A LA DERECHA...
La mejor oferta la encontramos en ICR Group, www.theicrgroup.com , alquilando un Fiat Punto en el mismo aeropuerto, lógicamente con el volante a la derecha. No era nuestra primera experiencia circulando por la izquierda –es más sencillo de lo que parece a simple vista- pero cuesta un poco habituarse a cambiar de marchas con la mano izquierda. En fin, todo pasa y en poco tiempo se le coge también el tranquillo.
¡MUY IMPORTANTE! Por cierto, si Irlanda del Norte se encuentra en vuestro plan de viaje, no os olvidéis de declararlo así en el momento de alquilar el coche, pues al ser “otro país” hay que contratar un seguro especial. De no hacerlo así, os arriesgaríais a tener serios problemas en caso de contratiempo en suelo norirlandés.
Como llegamos al anochecer, fuimos directos a nuestro “Bed & Breakfast”, a las afueras de Dublín. Este sistema de alojamiento, muy popular en las islas británicas, son habitaciones alquiladas a familias que tienen, generalmente, un chalet o edificio acondicionado como casa de huéspedes, incluyendo también el opíparo “Irish Breakfast” que cocina la señora de la casa. Vamos, una mezcla de hotel y pensión, pero con un toque familiar muy interesante, pues lo más normal es que reciban a sus huéspedes ofreciéndoles té y pastas y dándoles palique. No nos ocurrió así en todos los casos, pero sí en la mayoría.
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Nuestro primer "Bed & Breakfast"
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Las habitaciones con baño se llaman “ensuite” y los precios en 2006 rondaban los 60-80 € por noche, en habitación doble, lo cual estaba más que bien. Las habitaciones tienen TV y todas disponen de secador de pelo y calentador de agua para prepararse té o café a voluntad.
Es un modo de alojamiento realmente curioso y merece la pena probarlo, al menos, una vez en la vida. Al ser muchas de las casas, casas de campo, suelen disponer de parking incluido en el precio.
Hay muchas web dedicadas a la reserva de este tipo de alojamiento: www.bedandbreakfastireland.net ; www.townandcountry.ie ; www.ireland-bnb.com ; etc.
Nosotros utilizamos las dos primeras web para hacer las reservas y no tuvimos ningún problema.
El criterio de elección no fue distinto al que hubiéramos empleado para buscar un camping. Los elegimos por su situación estratégica para recorrer diferentes zonas del país y al mismo tiempo que tuviesen buenas críticas y un precio razonable. Al disponer de coche propio no nos importó que alguno estuviera en zona no urbana, pero si hay que moverse en transporte público, entonces ese es un dato a tener muy en cuenta. En suma, la experiencia B&B nos gustó casi más que el país en sí.
UN POCO DE “HISTORIA” IRLANDESA.
Dublín es una ciudad amable y de tamaño muy asequible para visitar en un solo día. No destaca por su monumentalidad, pero pasear por sus calles es una experiencia agradable.
O’Connell Street es “la gran vía” dublinesa, dominada por el edificio neoclásico de Correos y símbolo republicano, pues en él se inició, en 1916, la revuelta para independizarse de Gran Bretaña. Y aunque ese conato de resistencia fue duramente reprimido, fue también el paso crucial que acabaría desembocando, en 1921, en la proclamación de la República de Irlanda, independizándose de Gran Bretaña.
Los siete condados del norte de la isla, que optaron por permanecer junto a Gran Bretaña forman hoy en día la actual Irlanda del Norte. Resulta bastante complicado entender la idiosincrasia y la situación actual de la isla sin conocer de antemano la muy convulsa historia de sus gentes: sus orígenes celtas, la colonización inglesa, la dura represión de Cromwell en el siglo XVII, -que acabó con casi todos los vestigios medievales del país, de ahí la generalizada falta de “monumentalidad” de Irlanda – la terrible “hambruna” de mitad del siglo XIX que acabó con la vida de más de dos millones de personas y provocó la emigración de varios millones más hacia Estados Unidos o Australia, sin los cuales las pelis de colonos, indios y vaqueros no hubieran sido lo mismo. Y, por último, los conflictos religiosos entre católicos y protestantes.
En la actualidad la República de Irlanda es un país próspero, que tiene al euro como moneda oficial, y con un nivel de vida parecido al nuestro. Siendo históricamente un país rural, las industrias tecnológicas y muy especialmente la adhesión al Mercado Común en 1973 dispararon la renta de la población.
Sin embargo, la histórica escasez de recursos y su marcado carácter rural son otras de las razones fundamentales que explican la falta de belleza de sus ciudades. Teniendo en cuenta que el sol y la luz tampoco abundan, el ingenio irlandés ha superado el tono anodino y gris de sus edificios a base de pintar las fachadas de sus pubs y comercios con vivos colores, lo que da vistosidad al conjunto y lo hace mucho más agradable a la vista.
Lógicamente la impronta británica después de tantos siglos sigue viva en el ambiente, pero el “aire irlandés” de la república no se respira de la misma manera, por ejemplo, en Irlanda del Norte, mucho más “inglesa”. Esa impronta “se descubre” en la circulación por la izquierda – no tiene gran dificultad conducir así, la verdad, por lo que nadie debería echarse atrás por ello – en los autobuses de dos pisos, en el aspecto físico de la gente, en el modo de comer, en la querencia por la cerveza – la “Guinness” es omnipresente. El toque “celta” – especialmente manifiesto en la señalización de las carreteras – y los precios en euros nos indican que no estamos en Gran Bretaña.
LA MELANCÓLICA, PERO BULLICIOSA DUBLÍN.
Dublín es una ciudad comercial, bulliciosa, pero con un punto de cuidada melancolía, en la que el mayor placer consiste en pasear por sus calles, saboreando el “irish way of life” en sus pubs, preferiblemente en compañía de la sempiterna cerveza Guinness.
Henry Street y la muy renombrada Grafton Street son calles peatonales muy animadas. En las bocacalles de Henry Street es fácil encontrar por la mañana puestos de fruta y verduras, así como las curiosas tiendas regentadas por orientales especializadas en la venta de ¡tarjetas telefónicas!.
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Mercado en Henry Street
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Españoles por el mundo... en Grafton Street
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La famosa zona de Temple Bar, con sus pubs y tiendas de recuerdos, es pequeña y se recorre en un visto y no visto. Recomendamos tomaros una pinta de Guinness en el archifamoso y mil veces fotografiado pub “Temple Bar”. Eso sí, los fumadores lo tienen crudo. En los locales públicos sólo está permitido fumar en los patios y jardines de los pubs. Cruzad el típico puente “Half Penny” sobre el río Liffey y a través de un estrecho arco medieval llegaréis al barrio de Temple Bar.
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Half Penny Bridge
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The Temple Bar, el pub más famoso de Dublín
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El aparcamiento en Dublín es caro, entre 2,40 y 3 euros la hora en los parking cubiertos, no así en el resto del país, a excepción de Irlanda del Norte, donde la libra esterlina causa estragos en el bolsillo. El alcohol tampoco es barato. Una pinta de cerveza cuesta fácilmente 4,5 €, sin embargo podréis comer a precios similares a los españoles. La gasolina sin plomo y el diesel cuestan lo mismo.
En enero de 2006 la horquilla de precios oscilaba entre 1,04 y 1,10 € el litro. Hay pocas autopistas y sólo se paga peaje en la circunvalación de Dublín. Las carreteras son bastante infames, muy estrechas, con mal firme y enervantemente similares a las inglesas.
El castillo de Dublín – poco estimado por los dublineses, pues tradicionalmente fue la cárcel y símbolo de la opresión inglesa – así como la Catedral, se encuentran bastante alejados del “centro comercial”. Tened en cuenta los horarios comerciales, pues con carácter general a las seis de la tarde el comercio cierra y ello es sinónimo de calles desiertas. Quizás no en Dublín, pero sí en el resto de ciudades. Los grandes almacenes cierran algo más tarde. Al final de Grafton Street, tocando ya al parque de St. Stephen’s Green, hay un centro comercial de impresionante arquitectura. No dejéis de echarle, al menos, un vistazo.
Nos alojamos cerca de la localidad de Swords, a las afueras de Dublín. Dejamos el coche en Swords y allí tomamos un autobús de dos pisos a Dublín.
PLANIFICANDO EL ITINERARIO POR EL SUR DE IRLANDA...
Una vez vista la capital y con idea de visitar los puntos de interés de la zona sur, se puede optar por hacer un itinerario circular – Kilkenny, Cork, Killarney y Ennis – cambiando a diario de camping, con la pérdida de tiempo que ello implica – o bien trasladarse al bonito pueblo de Adare – que fue nuestro siguiente punto de estancia- próximo a Limerick, desde donde desplazarse en forma de “estrella” a todos esos lugares. Nosotros así lo hicimos y así lo recomendamos, a pesar que eso suponga hacer algunos kilómetros más.
Si llegamos a Irlanda con nuestra caravana o autocaravana, desde Rosslare podríamos visitar la muy afamada ciudad “medieval” de Kilnenny. Desde luego para lo que encontraremos habitualmente en el país, Kilkenny es de “lo más”. Tiene un castillo, una impresionante catedral y cementerio en lo alto de la colina y una bonita calle principal de coloristas comercios, bonitos pubs y algunos edificios medievales. La visita no llevará más que un par de horas.
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Kilkenny, High Street |
De allí nos trasladamos a la Rock of Cashel, espectaculares ruinas medievales en la cima de una colina, que aparecen en todos los folletos turísticos. Se visitan los edificios del complejo monástico-defensivo, aunque nosotros no lo hicimos. El pueblo de Cashel, que presume de pertenecer a la red irlandesa de “pueblos con encanto”, tiene algún que otro edificio curioso, pero pronto veréis que no hay mucho de donde sacar y que el marketing turístico hace lo que puede. Como podéis ver, el itinerario propuesto no es muy “apretado” que digamos.
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Rock of Cashel
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Al día siguiente nos podríamos trasladar a Adare, pequeña localidad con varios camping. Pasa por ser también uno de los “pueblos más bonitos” de Irlanda. Ello se debe a sus tres o cuatro casas de tejado de paja y un par de iglesias medievales, porque el pueblo es poco más que una hilera de casas al borde de la concurrida carretera. Sin embargo es una buena “base” desde la cual moverse.
Desde Adare nos trasladaremos a la costa sureste para visitar Cobh – la antigua Queenstown, última escala del malogrado Titanic -, el bonito pueblecito de Kinsale y Cork, la segunda ciudad irlandesa.
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Cohb, la antigua Queenstown
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Cohb, monumento a las víctimas del Titanic
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Estando personalmente fascinado por el Titanic y su historia, reconozco que tenía muchas ganas de pisar Cobh. Los edificios del puerto, de colores, aparecen en casi todos los folletos, dominados por la impresionante aguja de la catedral. Y poco más tiene para ver. Del recuerdo del Titanic apenas queda nada y del hundimiento del trasatlántico “Lusitania” en 1916, torpedeado por un submarino alemán, en el cual falleció el músico español Enric Granados, sólo queda un monumento conmemorativo, aunque en el cementerio del pueblo están enterrados muchos de sus pasajeros.
Para llegar a Kinsale es conveniente tomar un pequeño transbordador para cruzar la ría y evitar así tener que dar un gran rodeo. El día que visitamos la zona llovió a mares, lo que deslució bastante la visita.
Kinsale es otro de los pueblos más bonitos del país según los responsables turísticos irlandeses. Salvo algún que otro rincón curioso, tampoco esperéis mucho más que las sempiternas fachadas de vivos colores, de esa manera disfrutaréis mejor de la marinera población. No obstante es muy posible que en verano la ciudad esté mucho más bonita que en un solitario y lluvioso día de enero.
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Kinsale y sus fachadas pintadas
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Cork es totalmente prescindible, sin embargo nos gustó mucho el “mercado inglés”, un mercado de abastos cubierto, pero con mucho encanto. Como seguramente tendréis tiempo de daros una vuelta por Cork, hacedlo, pero sabiendo que es una ciudad anodina, claro que a estas alturas de relato hasta puede que me esté haciendo pesado con el tema, pero es que considero que la mejor manera de disfrutar lo mejor posible de todos esos lugares es llevando una expectativa lo más baja posible. Y creo que no exagero en absoluto.
EL FAMOSO “RING OF KERRY”.
Otro día lo dedicaremos al promocionado hasta la saciedad “Anillo de Kerry” (Ring of Kerry). Para los lugareños puede que la zona sea el summum, pero desde luego para los españoles difícilmente tendrá la misma consideración ni el mismo impacto. Ni se os ocurra hacer caso a las guías turísticas que animan a los incautos a recorrer los más de 200 kilómetros que bordea la península de Kerry.
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The Ring of Kerry
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La carretera es abominable por su estrechez y si en enero ya fue tremendo circular por ella, no quiero ni pensar lo que puede ser en verano cuando medio país haya decidido darse una vueltecilla por allí.
Nosotros solamente fuimos de Killarney a Sneem, o sea unos 30 kms y acabamos hartos. El paisaje es soso, el mar apenas se ve desde la carretera y lo peor es que, una vez iniciada la ruta no hay atajo posible. O desandar la ruta o continuar la huida “hacia delante”.
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Los lagos de Killarney
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En fin, conformaros con dar un paseo por Killarney – una especie de Kilkenny sin edificios históricos – daros una vuelta por la zona de los lagos – nada del otro mundo – y puestos a recomendar, os aconsejamos una visita al pueblo de Kenmare.
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El inevitable Fish & Chips en Kenmare
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Sus dos calles principales son muy coloristas y en el lado sur de la plaza del pueblo, encontraréis señalado el “Druids Circle”, un pequeño círculo de piedras de la época megalítica situado a unos cientos de metros de la plaza.
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Druids Circle
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“THE BURREN” O EL MAR DE PIEDRA Y LOS ACANTILADOS DE MOHER.
Otro día lo dedicaremos a la zona del “Burren”, que puede ser de lo más curioso de Irlanda. El “Burren” es una meseta de suelo calizo cuarteado, donde nace vegetación entre las piedras. Seguro que en verano está mucho más bonito, pero la neblina que encontramos también tuvo su encanto, si exceptuamos el viento y el agua, claro. Allí está enclavado el pequeño dolmen híperfotografiado en todos los folletos turísticos irlandeses.
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El también inevitable dolmen de The Burren...
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Muy cerca se encuentran los también famosos “Acantilados de Moher”, de 200 metros de altura y ocho kilómetros de longitud. Para verlos hay un centro de visitantes, con parking de pago y senderos y miradores habilitados al efecto. La verdad es que la zona, por su carácter agreste y solitario, tiene su aquél. Había una niebla tremenda y los vimos por los pelos, porque poco después... ¡desaparecieron!
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Acantilados de Moher
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La localidad de Ennis puede merecer un paseíto, pero insistimos que en la linea general del país. Parad en Bunratty, con un castillo y un “pueblo” interesante. Limerick, a excepción del castillo del Rey Juan sin Tierra, que podéis ver de lejos, es fea con avaricia. No perdáis el tiempo ahí.
Y NOS FUIMOS A IRLANDA DEL NORTE...
Por nuestra parte, desde Adare nos trasladamos a Coleraine, en Irlanda del Norte, a 450 kms. de distancia, parando, de pasada, en el pueblo pesquero de Kinvarra – tampoco nada del otro mundo – y en Galway, la cuarta ciudad del país. Realmente impresionante la habitación del B&B de Coleraine. Hay muchos pisos que no tienen esas dimensiones. ¡Incluso teníamos dos sillones de relax!.
Galway, para lo que es habitual por aquellos lares, nos pareció bastante atractiva y eso a pesar de la lluvia. En particular su calle principal, de coloristas fachadas y algún que otro edificio histórico en piedra, como el de la familia Lynch, cuna de la famosa “Ley de Lynch” del Far West, o sea, “la ley de la horca”, dicho de otro modo. Un par de horas bastan y sobran para visitarla.
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Galway bajo la lluvia
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De ir con la caravana a cuestas, recomendaríamos “aparcarla” unas horas en uno de los numerosos camping de la zona, para proseguir después ruta hacia el norte, pues los alrededores de Galway no tienen demasiado interés, salvo que se quieran visitar los solitarios páramos de turbera de Connemara, región también muy publicitada turísticamente hablando..
Desde luego si algo conviene hacer antes de entrar en territorio norirlandés, aparte de habernos provisto previamente de libras esterlinas, es llenar el depósito. El combustible en esa parte del Reino Unido es mucho, mucho más caro que en la República de Irlanda, pues ronda casi la libra por litro, lo que suponía pagar 1,43 -1,45 € por litro de gasolina o diesel. Actualmente, en 2011, el cambio euro – libra esterlina se ha reducido bastante, sobre 1,20 € por cada libra esterlina.
“THE GIANT’S CAUSEWAY” O “LA CALZADA DEL GIGANTE”.
En nuestra opinión el principal motivo para visitar Irlanda del Norte – comparaciones con la República aparte – es el ”Giant’s Causeway”, cerca de Bushmills.
“La Calzada del Gigante” es una espectacular formación geológica de columnas basálticas hexagonales que “se introducen” en el mar. El paraje es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Bajo la protección del “Nacional Trust”, la entrada costaba, en 2006) 2,5 libras por persona, más el parking.
Nota actual: en 2011 el parking cuesta 6 libras y la web del National Trust no dice nada respecto al coste de la entrada. Sí menciona que el centro de visitantes está cerrado por obras. www.nationaltrust.org.uk
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La Calzada del Gigante vista desde lo alto
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Se encuentra en un agreste paraje de costa y acantilados, por lo que se recomienda llevar un calzado apropiado, y ropa de abrigo si es necesario. El viento será el compañero habitual de la visita, que puede dura perfectamente desde dos o tres horas hasta lo que se quiera.
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Más Calzada del Gigante
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Perfectos hexágonos.
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La Calzada... ¿Alguna duda?
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A la ida anduvimos el sendero que bordea el acantilado y regresamos por la orilla del mar. A lo largo del recorrido cambian los parajes y formaciones rocosas. Si no hay ganas de andar, un autobús de pago os llevará desde el Centro de Visitantes a la mismísima Calzada del Gigante. Nosotros lo utilizamos de regreso, pues el kilómetro largo en subida hasta el parking se puede hacer muy duro.
LONDONDERRY “LA AMURALLADA”
Por la tarde estuvimos en la “amurallada” Londonderry. Tiene algunos puntos de interés, destacando su “ambiente británico”, pues en verdad en Irlanda del Norte se respira mucho más el aire inglés que en “la otra Irlanda”. La muralla, de piedra rojiza, no es medieval, sino que recuerda a las fortificaciones típicas del siglo XVII.
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Londoderry y la puerta de la muralla
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Los amigos del “Whiskey”, pueden visitar una famosa destilería “Jameson”, en Bushmills. En verano está abierto, cerca de la “Calzada”, el famoso puente colgante “Carrick-a-Rede”, muy turístico, a través del cual se accede a una piscifactoría en mitad de un entorno espectacular.
BELFAST, LA “CUNA DEL TITANIC”.
En Carrickfergus, localidad costera, hay un imponente castillo que no visitamos, ya que nuestra última etapa fue Belfast. Lejanos ya los conflictos entre católicos y protestantes, Belfast es una ciudad de marcado carácter anglófilo, bastante anodina arquitectónicamente hablando, exceptuando el imponente edificio del Ayuntamiento, aunque con una animadísima actividad comercial. Me resultaron muy chocantes las “hipotequerías”, comercios únicamente dedicados a vender “mortgages”, o sea hipotecas, sin ser bancos.
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St. Georges Market - Belfast
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Si visitáis Belfast en sábado no os perdáis el mercadillo gastronómico en el Mercado de St.Georges, próximo al Ayuntamiento. Cierra a las 14 horas, pero a cambio de comer prontito degustaréis una amplia variedad de especialidades autóctonas.
En general aparcar es muy caro, 70 peniques cada veinte minutos, lo que supone 3,15 €/hora, claro que la ciudad tampoco da para mucho. Merece la pena detenerse a tomar una cerveza en el “Crown Liquor Saloon”, espectacular pub de la época victoriana, situado en Great Victoria St.
Un poco alejado del centro queda el Ulster Museum en el que se exponen objetos y tesoros recuperados del galeón “Gerona”, integrante de la infausta “Armada Invencible”, hundido frente al Giant’s Causeway en 1588. La ciudad también vio nacer al “Titanic”, pero el astillero donde se construyó no se puede visitar. Una pena.
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Recuerdos del Titanic por doquier...
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Y con la visita a Belfast dimos por terminada la ruta por la isla. Las localidades entre la capital de Irlanda del Norte y la capital de la República carecen de especial interés turístico, exceptuando Armagh, por sus catedrales: católica y protestante.
La tarde del sábado la pasamos en Dublín, regresando al mismo B&B de la llegada y al día siguiente nos despedimos, bajo una ligera lluvia, de la verde Irlanda.
Nueve días permanecimos en suelo irlandés, suficientes para tener una visión global de la isla. Quizás no sea el destino turístico más excitante del planeta, pero partiendo de esa base y seleccionando bien los puntos de interés que Irlanda ofrece, a buen seguro disfrutaréis del viaje.